miércoles, 28 de diciembre de 2016

Sobre Heráclito: tensionalidad dinámica interna vital

Heráclito me enseñó a entender que desde que algo nace está abocado a su destrucción. Que la verdadera naturaleza tiende a ocultarse bajo una ilusión pacíficamente estable, aun cuando todo se genera y fluye por estabilidad de conflicto, y la única paz verdadera es la del cementerio.
Mi vida no es mía sin una constante lucha dialéctica. Quién debo ser; quién no debería ser jamás: lo que soy. Y ese mismo ser, mi ser, en tanto que ser, es porque existe, y existe porque está vivo. Porque estoy aquí, y ahora. 
La guerra es el padre de todas las cosas, porque todo se identifica en su plena y constante lucha. Todo cambia, nada permanece. No puedo bañarme dos veces en el mismo río porque son aguas distintas las que me empapan cada vez. El hierro se oxida, y ya no es aquello que le hacía ser en sí mismo. Pero la pauta de destrucción afecta de igual manera a cada pedazo de chatarra oxidada. Esa pauta de destrucción es el logos de la naturaleza: es lo único que no cambia, y produce inevitablemente sensación de estabilidad. Inevitable y fulminante, porque todo cuanto creemos que sigue igual, que seguirá siendo lo que es ahora, se está abrasando. Y no es posible hacer nada al respecto. El fuego en las entrañas del mundo es lo único que lo hace fluir. Que todo fluya es el motivo por el que seguimos aquí. Aunque ese aquí ya haya cambiado.
La enfermedad nos hace valorar la salud. La muerte nos hace sabernos vivos, a pesar de sentirnos muertos en vida. Pero esto sólo versa sobre perspectivas, igual que el camino abajo y el camino arriba son uno y aun así se presentan como distintos al caminante. Y si el caminante es caminante precisamente porque camina, cuanto tenga que pasar, pase. 

martes, 27 de diciembre de 2016

Un reflejo de Cirene

Estoy cansada de mirar por la ventana y no ver más que cielo sin sentido. Las estrellas son todo cuanto añoraba de aquí. Pero ahora me doy cuenta de que sólo son borbotones de fuego que arden a millones de distancias de aquí. Algunas viven aún, y otras... Otras se extinguieron hace tanto que el universo ya ni siquiera lo recuerda. Algunas están tan muertas que incluso tú podrías infundirles vida. Tan muertas como tú y yo. 
Estoy cansada de cerrar la puerta sin motivo y abrirla por el mero hecho de estar cerrada. Abrirla, sin más. Cerrar los ojos y no ver nada es lo que intento. No ver nada en el fondo de la oscuridad rojiza como tus ojos. Y eso es precisamente lo que veo: el fondo de tus pupilas, que me desrazona y emotiviza en bucle. 
La razón sólo aniquila tendencias cuando la segunda persona entra en juego. Cuando apuestas y ganas; cuando ganas y pierdes. A fin de cuentas, la emoción fluye: el caballo negro siempre termina por ganar el forcejeo de pasiones. Y la pasión a veces adicciona. 

Si tuvieras que marcharte un día, de repente, en mitad de la noche, salir huyendo sin poder volver, y sólo pudieras llevar contigo aquello con lo que pudieras cargar, a hombros o en brazos, o a aquel que estuviera dispuesto a acompañarte, siempre y cuando corriese a tu misma velocidad... ¿Qué escogerías?
Qué te acompañaría para siempre, por encima de lo material. A qué consagrarías ese pequeño pedacito de propiedad que te quedara, sin permitir que te cause dependencia. De qué dependería tu afiliación, si estuvieras condicionado, si tuvieras que abandonarlo en el momento en que creyeras que estás empezando a echarlo de menos. 

Jugar con el lenguaje me mantiene cuerda. Viva luchar a muerte con y contra la razón. 

viernes, 4 de noviembre de 2016

Sobre Empédocles: teoría de los cuatro elementos y las dos fuerzas

Existe una teoría filosófica que habla de la composición del mundo de una manera un tanto especial. Se suponen los cuatro elementos propulsados por dos fuerzas antagónicas de las cuales, en su juego dialéctico, una se impone sobre la otra para crear. Crearse, definirse, autolimitarse... Es curioso que en la Antigua Grecia la palabra límite tuviera asociadas connotaciones positivas. El límite es algo bueno porque la infinidad presupone la ausencia de algo, la falta de control. Qué razón tenían los griegos antiguos. 
La cuestión es que agua, aire, tierra y fuego se odian o se aman, dependiendo del devenir de los tiempos, o visto de otra forma, determinando dicho devenir. ¿Qué es odiar? Repeler. Separar lo igual de lo diferente: clasificar, crear guetos metafísicos de puro elemento.
¿Qué es amar? Tender. Necesitar, unir disparidades en lo homogéneo, en una masa de todo y nada difícil de interpretar. Crear amor. 
¿Qué es el amor? Nunca he entendido muy bien el amor ni sus procesos, pero comprendo sus consecuencias. A alguno le rechinaría leer llegados a este punto que yo soy amor, pero es lo cierto (yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos). Yo soy tierra porque soy sólida. Porque mi cuerpo choca contra el suelo cuando cae. Yo soy aire, porque respiro y suspiro. Exhalo y el aire de mis pulmones va al aire, a la atmósfera. Soy agua porque sangro, lloro. Y soy fuego porque algo me construye y sustenta. Porque mi energía nace necesariamente de algún lugar. Con todo va a resultar que la expresión "hacer el amor" es puramente literal.
El caso es que el hecho en sí nos hace nacer, nos hace, propiamente dicho, y nuestra vida no es una excepción fuera de conflicto. Los contrarios se generan, y esto puede probarse: no hay muerte sin vida, ni vida sin muerte, y esta es la representación extrema del odio: la descomposición del cadáver, que devuelve cada elemento a su igualdad.
Así se expresa la esencia de la batalla: no hay odio sin amor, ni amor sin odio, y del uno a veces, algunos dirían que inexplicablemente, surge el otro. Sin embargo, como ya hemos y he probado en la experiencia, en nuestra propia piel, la generación de contrarios no sólo se reafirma como explicable y razonable, sino como racional. 

lunes, 26 de septiembre de 2016

Rodeada de milenios

Cada amanecer me despierta el olor a frío. No sabría explicar por qué: no lo sé, pero en este lugar todo es diferente. Aquí nada es igual. Aquí el tiempo discurre distinto; aquí las aves se ceden el vuelo y yo tropiezo en cada esquina con  mis ilusiones. 
Aquí noto las emociones a flor de piel, y ahora puedo decirlo, porque aunque septiembre esté llegando a su fin, las flores no mueren. El césped es verde, los árboles nos respiran y protegen. Aquí tengo sensación de bosque, incluso rodeándome de la atmósfera más impura. 
Aquí siento deseos de conocer, y conozco. Conozco a mis amores históricos: los monumentos, y a los nuevos... Mis nuevos confidentes. Siento que poco a poco me conozco una pizca más a mí misma, cuando creía que ya lo sabía todo. Me gusta esta sensación de horizonte desconocido. Me gusta que Madrid se expanda de izquierda a derecha y cubra la totalidad del horizonte. Me gusta conocer nuevas y reales inquietudes. Me gusta haber descubierto que existe la adicción al dolor, y más aún que alguien esté dispuesto a entregarse a ella con tal de sentirlo todo. Lo admiro, lo admito. Porque no se conforma con la felicidad. 
Felicidad... Felicidad. No tengo nada nuevo, y sin embargo parezco estar apunto de alcanzarla. Sin embargo me he dado cuenta de que hasta un reloj parado acierta la hora dos veces al día, y de que, en contra de lo que creía, es posible olvidar. Estoy dispuesta a ello, y lo haré. No: ya lo estoy haciendo, y casi sin percatarme. Olvido a cada latido. Es maravilloso, porque la meta que consideraba más inalcanzable de repente está a un par de manzanas, en la siguiente parada de metro. 
Madrid me pondría en el punto de mira, bajo su mismo cielo; pero ya no busco sus pupilas entre la gente. Y así será, por los siglos de los siglos. Porque aquellos ojos emborronaron la Historia. Y en cambio ahora no. 
Ahora soy yo la que se rodea de milenios. 

lunes, 19 de septiembre de 2016

Madrid, mi Madrid

A lo largo de su vida uno ha de enfrentarse a decenas de miles de despedidas. Lágrimas de finales de verano; abrazos a pecho partido en la estación; viajes y más viajes de ida y vuelta (o no) cargados de buenos deseos, ilusiones y una pizca de nostalgia; historias que terminan para dar paso a otras nuevas; e incluso cada pequeño adiós.
Es curioso... Lo que se siente, lo que se hace... Siempre, caiga quien caiga, se recurre a temas de conversación triviales que tratan de calmar ánimos. Así, fingiendo que el asunto no nos incumbe, que no tiene tanta importancia, soltamos el primer pensamiento cutre alejado de cualquier tipo de emotivismo. Así pretendemos desarraigarnos de la tristeza, si la hubiera (y en este caso la hay, porque esta es de las despedidas largas) y condensar todas las emociones vividas en un último abrazo. Ojalá fuera tan sencillo.
Hoy, queridos lectores, me despido de mi escritorio desde el que durante más de tres años os he contado mi historia. Digo adiós a mi cama, mi pared rosa, mi guitarra, mi póster del cuadro de Klimt, mis lienzos, mis fotos, mi armario y mis peluches de KISS. Hoy me despido de todo lo que hasta ahora he conocido. Mi casa, mi familia, mis amigos. Mi pueblo. Hoy lo dejo atrás, porque da comienzo una nueva etapa, una nueva vida. Un horizonte desconocido que de momento no sé muy bien cómo abordar.
Quisiera daros las gracias por, estéis donde estéis, haber estado ahí, y pediros que os quedéis. Porque yo seguiré escribiendo agonías y barbaridades para vosotros.

-Madrid, mi Madrid. 19 de septiembre de 2016.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Camille:

Este día habría de llegar. Por estadística, aunque sólo sea por estadística, el tiempo pasa, y yo no lo tuve en cuenta, porque no soy amiga de frecuencias y relatividades. 
Por estadística también debe haber alguna palabra de esperanza y felicidad entre tnto delirio. Y aquí me encuentro, cumpliendo la predicción. Aunque puestos a confesar, he de decir que esta entrada es por mi madre, que disfruta tanto con mi sonrisa. Por mi madre y por mi... Bueno... Por lo que sea el Chico del Parque, porque es el responsable del rubor de mis mejillas. 
Hoy estoy feliz, porque es el último día de mi vida. Esa a la que regía la sensación de confinamiento y soledad. Mañana, para bien o para mal, todo habrá cambiado. Y eso me gusta. Me gusta despertar y recordar que ahora yo decido, que todo lo que me consumía quedará recluido en mi habitación, en mi casa, lejos de Madrid, encerrado en tres fotografías, dos libros y un billete de autobús. 
Me gusta ver que alguien supera sus miedos, que avanza por la calle sin temer a sus propios pasos ni al cruce de miradas, ni a los recuerdos. Me gusta saber que ahora esa soy yo. Me gusta que la reminiscencia sólo aboque a lo que en el pasado fue síntoma de felicidad. Porque, aunque poca hubiera, la hubo. 
Ahora es tiempo para despedidas; pero no es pena lo que siento, sino nostalgia. Ahora debo decir adiós, sin embargo estoy en el umbral del nuevo comienzo y no quieero otras lágrimas que no sean de felicidad. 
Adiós, Tresjuncos. 
De ti Camille, no me despido. Vendrás conmigo allá donde vaya. 

miércoles, 24 de agosto de 2016

Cartas a Madrid

[De: Anónimo. Para aquella chica a la que nunca volverá a ver]

¿Qué hubiera sido de mí sin ti? 
No te conocía, ni siquiera sabía tu nombre, y tú tampoco el mío. Sin embargo cada mañana corría hasta la cafetería de la estación para esperarte, siempre a la misma hora. No faltabas ni un sólo día a tu cita con el café recién hecho y los bollos de crema. 
No te conocía de nada; pero cada día me sonreía cuando lamías el glaseado de la comisura de tus labios. Te miraba fortuitamente desde el otro lado de la barra, sin que tú te enteraras e imaginaba lo maravilloso que sería conocerte, olvidarme del mundo mirando tus ojos color ceniza, o disfrutar de la lluvia contigo a mi lado. 
No te conocía de nada; pero aquel día no dudé un sólo instante en correr tras de ti para devolverte aquel pañuelo que olvidaste. Ibas en dirección contraria a mi tren. Faltaría a aquella entrevista de trabajo, y aún así no me importó con tal de encontrarte. 
Sonreíste cuando te devolví el objeto perdido. Me presenté, y tú estabas dispuesta a hacer lo propio. Y de repente escuchamos la explosión. 
El resto de la historia sólo son nubarrones. 

lunes, 22 de agosto de 2016

Ya falta poco. Aquí estoy, a menos de un mes de mi nueva vida, y sólo veo nuevos retos a los que enfrentarme, nuevas experiencias, nuevas metas que alcanzar. 
La habitación está patas arriba: pinceles, trapos manchados con veinte mil colores, tubos de pintura al óleo... El fuerte olor a trementina es peligrosamente adictivo. Miro el reloj: el tiempo corre, y se agota. Concretamente se me está agotando a mí. Me queda tanto por hacer... Quiero coger la cámara y salir a capturar instantes, lugares abandonados, suspiros de rocas y árboles, y destellos de sol. 
Quiero hacer las maletas, comerme el mundo después de haber estado durante toda mi vida hambrienta. Quiero conocer, entregarme a aquello que me sostuvo en los momentos críticos. Quiero coger todos mis libros y que dejen de ser sueños. Quiero volver a escribir ficción y reflexión, porque la vida está para vivirla, y no quiero hacer de la mía una constante memoria. Quiero pensar en los ejes cartesianos, en límites e indeterminaciones, y tratar de darles forma de nuevo. Quiero hablar de razones e ideas, dominar el emotivismo y dejar los misticismos a un lado. Sólo para olvidar... Y empezar a crear. 
Hoy es 22 de agosto, y estoy deseando olvidar. 

lunes, 15 de agosto de 2016

Acuarelable

Hace años escribía a la libertad en otras tierras, bajo otros cielos, frente a otros mares. ¿Y hoy? Hoy el cielo ha llovido polvo. Hoy el suelo se ha hecho cenizas. Los ángeles juegan a los bolos haciendo crujir la noche en explosiones eléctricas, los corazones delatan suspiros y las pupilas se ahogan en absolutas verdades.
Hoy la luna se viste de luto porque la magia llega a su fin. Ya las noches de estrellas murieron. Ya no estás aquí. Ya no puedo pronunciar tu nombre, nunca más. Ya te quise, y te vas.
Y se pasa la vida entre causas perdidas.
Y tú, esta vez sí, te vas.
Y yo lloro destellos de acuarela sobre papel mojado. Y la tinta se diluye en mis labios. Se me escurren de entre los dedos las ilusiones.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Cartas a Andalucía

[Para Ana Blasco, de Manu Godoy]
Tenía el pelo color fuego: de un rojo tan intenso que aceleraba el calentamiento global. Mentiría si me atreviera a proclamar su jodida perfección absoluta.  No era perfecta; era humana. Tenía un nombre demasiado común, de esos que si voceas por la calle se gira más de una persona. No era la típica chica de novela, esa que lo hace todo bien y es capaz de acertar una aceituna a treinta metros de distancia con una flecha sin haber tocado un arco en su vida. 
Ella hacía las cosas mal y era consciente de ello: se peinaba con la raya al lado, dejando a la vista un remolino de pelo rebelde. Su ropa era demasiado holgada y acentuaba su pequeñez. Daba mil vueltas durmiendo, y roncaba cuando miraba al techo. Bailaba fatal: tan mal que sus amigas se apartaban de ella en la discoteca para que no las relacionaran con ella. Cantaba estupideces con voz de camionero cuando el whisky la vencía, y al día siguiente la resaca empañaba su mente, pero seguía recordándome. Era completamente imperfecta. Era maravillosa. 
Para la generalidad no llamaba la atención porque lo que la hacía verdaderamente especial no se veía a simple vista: era libre. Y siendo libre creaba libertad. 
El cielo le parecía demasiado grande, y ahora le queda pequeño. La esperaré, allá donde salga la luna. 
Tenía el pelo color infierno, y no me habría importado derretirme con sus llamas. 

miércoles, 27 de julio de 2016

Morir a cada latido

Es cierto que algunas veces la causa deja paso a la casualidad, y en la breve intersección circulan acontecimientos a borbotones. Sin embargo la mayoría de sucesos suceden, y suceder como verbo indica derivar de otro hecho; del porqué. Vamos, que un gran número de veces las cosas pasan por algo: porque tiene que ser así. Porque las acciones y decisiones han creado las circunstancias propicias a que aquello ocurra, y nada más.
Pues bien, la brecha se ha abierto y esto es lo que ha pasado. Casual o causal, qué importa. Dependa o no dependa, lo cierto es que los pasos que he dado en toda mi vida me han traído hasta aquí. Aquí. Ojalá supiera qué significa esto. Me recuerdo a mí misma a una estación de metro (por enésima vez). Los viajeros llegan, descansan unos minutos de múltiples formas (ilusionados, empanados, cabreados, desesperados, esperanzados...) hasta que llega su tren. Entonces lo cogen y se van sin más, a seguir con su vida lejos del bullicio. Y... Ya está. Eso es todo. Eso es la vida: brevedad. Brevedad y una lucha continua por superarla y hacernos universo: universales.
Sea o no sea, esté o no esté, sólo deseo dejar de sumar fotos que me recuerden despedidas. Quiero que eso acabe ya.
Quiero despertares, amaneceres, comienzos, olor a páginas de libro recién impreso. Quiero nacer... Quiero dejar de morir a cada latido.

sábado, 16 de julio de 2016

Lágrimas de acero

Un galeón en tierra de toneladas de acero se acerca por el raíl a mi parada, aunque vaya a dejarlo pasar. El roce de las vías atruena y tambalea la enteridad del subsuelo, y yo me quedo paralizada con el miedo arraigado, en su lucha eterna con mi lado temerario. Como lo hacen esas amalgamas de yerbajos que echan raíces y crecen en los estériles montones de piedras.  Por qué serás tan puta... Y yo tan cobarde. Sería tan fácil hacer las cosas cambiar. De repente. De repente y de forma irreversible.  Un paso al frente, eso es todo. Un paso al frente y se acabó. Un golpe seco y uniforme que desparrame mi sustancia y embadurne el andén. Pero entonces sus ojos afloran en mi mente. Esa mirada oscura que me hace perder el sentido me devuelve la cordura, y dejo pasar el tren, con el corazón acelerado. Hubiera sido tan fácil dejar de sentir, que hasta duele. Duele no haberlo hecho, pero más duele su sonrisa. Ya no tengo fuerzas para esperar al siguiente. 
No es un buen día para morir.

Autopromesas

Tenía claro que el tiempo pasaría inevitablemente. Hoy los nubarrones han comenzado a echarse a un lado, a permitir a un débil y tímido sol penetrar entre sus rugosidades. Me gustaría decir que el camino ha sido un paseo agradable; que no ha habido cuestas arriba ni maleza entorpeciendo mi avance. Sin embargo aquellos cuatro primeros días arderán en mi mente por los siglos de los siglos... 
Sí, siglos. uno por cada veinticuatro horas. Lo he pasado mal, muy mal, aun habiéndome prometido mil millones de veces que no volvería a pasar, que aquello era historia, que no volvería a dejarle penetrar en mi pecho e infectarme el corazón. Pero ya veo... Ya veo el valor de mis autopromesas. Lo he pasado mal y, pese a todo, su nombre retruena en mi cabeza como la más terrible de las tormentas. Golpea, arrasa mis pensamientos... Y aun así sólo él puede calmar mis miedos. 
Es increíble. 
Soy increíble, en el mal sentido.
Me odio. 
Sí.
Mucho. 
Y siempre.
Siempre te querré. 

sábado, 25 de junio de 2016

Estoy cansada. Muy cansada. Lo paso todo por alto, y se ha convertido en algo crónico. Pero todo tiene un límite, y hasta la admiración más pura se resquebraja cuando el tiempo que lleva en el umbral de la rendición ya no se puede medir. Porque el ciclo ya ha tocado fin tantas veces como estaba escrito.

lunes, 13 de junio de 2016

Tu fantasma en la nuca

Deseos por años insatisfechos por avanzar y ahora... ¿Ahora qué? El reloj me desgarra a segundos. Escucho al tiempo en su paso constante y no puedo soportarlo, no quiero oír nada más. ¿Por qué...? ¿Por qué me hago la valiente y me finjo capaz de dudarlo? Porque a cada instante estás un paso más lejos. 
Uno, dos, tres... 
Te haces pequeño y tu recuerdo pesa. Pesa y además no quiero soltarlo. Cuerdo... Te recuerdo cuerdo en un vaivén de locura. Estabas tan cerca... Y ahora todo son vacíos existenciales que acongojan. Así es como me siento: vacía, porque aquellos ojos entrañables se cerraron cuando debían permanecer abiertos a la prudencia. ¿Qué importó entonces? ¿Qué importa ahora? Cada canción me silva tu nombre, tus manos, tu voz... Tu voz... Esa canción...
Cada verbo que te implica lleva consigo el arte: buscarte, pensarte, extrañarte, admirarte... Amarte. Los puntos suspensivos me juegan malas pasadas, y una vez que el juego empieza es imposible pararlo.
¿Y qué si existen más personas? ¿Y qué si no he de agarrarme al ideal? Los demás contribuyeron a revolver un poco más mi amasijo de entrañas, pero tú... Tú eres sangrante. Y noto tu fantasma acariciándome la nuca.

sábado, 11 de junio de 2016

Yo esperaré aquí

Dicen que todas las historias tienen un comienzo y un final. Dicen que es inevitable... Que esos son los fundamentos de la trama, que por mucho que queramos, se siguen. Hablan de sueños inconclusos, identifican la suerte con el azar, sin darse cuenta de que en realidad es sinónimo de circunstancias, y que puede ser mala, pero también buena. Es esa la que construimos nosotros mismos. ¿Tuve "suerte" anoche? ¿Tuve buena suerte? No. Anoche sólo recogí los resultados de todo cuanto he sembrado y cuidado durante estos años. 
Aquellas personas a las que ayer abrazaba al principio sólo eran extraños. A algunos me unió la casualidad, en cambio... 
Corazonadas. Lo llamaré corazonadas. 
Recuerdo la primera vez que la vi cruzar la puerta. Llevaba una camiseta de tirantes y unos pantalones bombachos. Tenía un aire tan familiar que incluso me parecía extraño. Se enfadaba a veces, y levantaba la voz con frecuencia. Pasé algún tiempo observándola. Pronto supe que teníamos algunas cosas en común, y de repente un día le hice conocer la primera de una larga lista e inquietudes de las que hasta ahora ha cuidado, y seguirá haciéndolo. Por siglos y siglos de historia contemporánea. 
También lo recuerdo a él, de mala hostia y brazos cruzados en el pasillo, junto a mi puerta. Es curioso pensar que todo empezó con un grito, una regañina bestial por estar fuera del aula. Lo detestaba, aunque ciertos augurios (también corazonadas) aventuraban un giro de ciento ochenta grados. Un cambio irreparable en el argumento. Y ¿qué se supone que debería detallar? De mis ojos brotan lágrimas sólo con imaginar lo mucho que me va a costar acostumbrarme a estar lejos de él. Aunque al menos tengo la certeza de que cuando regrese, ahí estará siempre... Con eso tengo suficiente. 
Stirb nicht vor mir.

martes, 31 de mayo de 2016

Ataraxia y vientos alíseos

Han pasado tantas cosas desde la última vez... La realidad ha echado por tierra sus cimientos. Mi realidad. ¿Qué es la vida?, ¿qué es la muerte?, ¿qué es la felicidad? El pavimento llora ataraxia y yo resbalo en sus sollozos. La tarde se desmaya de vientos alíseos. Resulta tan divertido... Tan escalofriantemente gracioso y adorable...
Podría cumplirse el eterno retorno: existencias y más existencias sucediéndose de manera constante e inmutable. Corazones rotos, vida sangrante, delirios. Esa será la esencia de la vida por los siglos de los siglos. Al margen del abismo los instantes se congelan, el pecho llora adrenalina y me siento caer por el compás sordo del minuto presente. Ríen desprecios las nubes a las laderas de sotavento castigadas por el cierzo y los excesos de milibares: el fuego eterno la abrasaría de inmediato. Pero a mí eso no me importa. Yo me mantengo erecta y firme, refugiada en la cumbre, entre sol y sombra. 
Desde aquí se ven los barbechos. Me recuerdan a las madrugadas. A los reyes de otros tiempos que hace poco me besaron la mano mientas yo lloraba la pérdida. Siempre he odiado las despedidas... Pero esta vez todo es distinto. No deja de brillar una luz en el horizonte. 
Otro tiempo, otro lugar... Otro futuro que me espera a la vuelta de la esquina. Siempre. 

sábado, 7 de mayo de 2016

¿Qué te pasa, Esther?

<<¿Qué te pasa, Esther?>>
Me pasa es que estoy cansada de empirismos. Peor aún: de empirismos platónicos, que para colmo ni siquiera existen. Eso es lo que me pasa.

lunes, 25 de abril de 2016

Sartre me visitó esta mañana

Me encuentro en una época de tránsito entre dos visiones del arte, o más bien entre dos modos de disfrutarlo. Me preguntaba por qué me costaba la cordura terminar un libro desde hace tantísimo tiempo, siendo que antes los devoraba uno tras otro sin cansarme nunca. Mi mente me dicta conquistas e invasiones irracionales de todo pensamiento de libertad; pero yo no me siento libre. 
Una etapa contemplativa de mi vida luchaba por cerrarse en contra de mi consciencia, mi corazón y sus deseos, y finalmente lo hizo, sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Ahora, más que nunca, más que nada, mi subconsciente, mi psicología me inducen la apetencia de crear. Me empujan a la necesidad de escribir luces y sombras, pintar alaridos eróticos. Dibujar voces, redactar madrugadas, narrar miradas y estallar en latidos. Esta es la pura esencia de mi actual voluntad, o involuntad, más bien, porque adoro contemplar... Y nunca seré libre sin poder elegir admirar e idear al mismo tiempo.

sábado, 16 de abril de 2016

Espadas como labios La destrucción o el amor

Me pregunto si lanzarme a este mundo es lo acertado, y si no terminaré por volverme loca. Pero es tiempo de experimentar. Aquí voy... 

La literatura es la herramienta que nos ajusta a nuestras circunstancias, y como estas nunca son las mismas, cada uno se siente atraído por el pensamiento que mejor define las suyas, que dependen, como todo, de su contexto. Porque no existen los sentimientos idénticos. Porque no hay dos personas iguales.
Esta es ahora mi vida. Esta soy yo, y esta es mi circunstancia. 

Gracias, Nacho, por la edición del vídeo y por todo lo demás. 

martes, 5 de abril de 2016

Ser mañana

El calor absoluto empañaba las ventanas, los frascos de perfume de los estantes y los relojes. La llama de una vela, confundida, inconstante, relata el instante de un enigma sin fin.
Estoy ansiosa, impaciente. Las horas pasan infinitamente deprisa, pero a la vez el tiempo parece haberse detenido. En la calle se escuchan los ojos reflectantes de madrugada que vigilan lo ausente. Gritan las voces de todas las plazas que soportaron el peso de mis huellas. Gritan las sombras, la oscuridad dormida que ayer cantó las sonatas perdidas, muertas en gargantas heladas por el beso. Se funden... 
Las farolas atónitas tiritan de asfalto, las bocas de metro lloran. Los pasos de cebra desgarran la armonía, la dejan sorda de amaneceres; la lluvia ácida los empapa de luces impresionistas. 
Mis labios tiemblan, tus ojos me abrazan, me pierden en el extremo de la caricia de nubes. El cielo requiebra estrellas pretendiendo hacerlas brillar como cuadros en llamas de compases binarios. Cuadros que trazan tu rostro, tus manos y mi aliento olvidado en la estación. Mi alma, descrita como el extremo de una función limitada palpita de amor, porque es libre. Es. Y es viva de tus labios. 
Vida, afirmas que existe un despertar ideal más perfecto que el de haberte vivido. Esta noche vengo a despejarte las dudas. El destino me ha puesto en la mano la inmortalidad y no voy a desperdiciarla dejando de amarte. Porque nunca dejará de ser mañana. 
Hasta mañana...

domingo, 27 de marzo de 2016

Y que tus sueños sigan cumpliéndose

A menudo pienso en los instantes de felicidad, en esos recuerdos efímeros que convierten al pasado en un sueño dorado. Siempre viene a mi memoria tu mano agarrada a la mía.
Eres la alegría que cruza las puertas de casa cada fin de semana. Mi infancia, mi adolescencia, el hecho de crecer y seguir creciendo con una sonrisa te lo debo a ti. A ti, a tu cariño y a todo lo que has traído a mi vida, empezando por el primer recuerdo que tengo de lo que es querer, y terminando por las princesas que hicieron realidad el cuento perfecto.
Gracias por tu cariño, tus consejos, tu comprensión incluso ante las ocurrencias más irracionales. Gracias por ser ese apoyo que nunca me ha faltado, esa constante que quiero tener siempre en mi vida. Gracias por ser tú quien me comprende, quien me anima a seguir el camino que yo elija, y no el que me impongan. Gracias, en definitiva, por quererme y protegerme incluso de mí misma.
Feliz cumpleaños. Y que tus sueños sigan cumpliéndose. Te quiero. Siempre te querré.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Prosa poética

Ha pasado mucho tiempo desde que llegaste a mi vida. Miles de historias y movidas en la aventura de conocerte y dejarte entrar en mi burbuja y aún resuenan en mi cabeza versos y versos. Resulta curioso de que solo haga unos cuantos siglos desde que se escribieron y a mi corazón se le antoje que existen desde que el mundo es mundo. Lo mismo que le pasa con tus ojos. Debe ser porque aquello capaz de tocar el alma carece de mortalidad, y yo lo sé, a diferencia de muchos. Pero, eh, que esto sea un secreto entre tú, yo y el umbral de lo infinito. Porque aunque otros lo desmientan, yo seguiré creyendo en Nietzsche y su eterno retorno. Porque hoy volvemos a estar aquí. 
Ya lo decía Bécquer de sus golondrinas, Machado de sus caminos, Manrique de sus afluentes, y tantos otros autores a los que esta noche recito sin necesidad de papel. Volverán las oscuras golondrinas; el que lo ha probado, lo sabe. 

sábado, 5 de marzo de 2016

El cielo

Hace un año volvía de recitar poemas frente a la puerta de la casa de Lope. Comentarlos en voz alta en la busca de profundizar en el misterio del asesinato del Conde de Villamediana fue tan solo una de las miles de emocione que experimenté aquel día.


Pasé los golfos de un sufrir perdido,
y piélagos de ofensas he surcado,
de enemigos impulsos agitado,
de poderosas olas impedido.

Hoy, pues, menos quejoso que advertido,
de esperanza las velas he animado,
y debo a mi noticia haber tomado
en mar de sinrazón puerto de olvido,

donde ya en dar benéficos alientos
a la violenta fuerza me libraron
del tiempo airado y de contrarios vientos.

Ya engañosas sirenas me dejaron
porque la falsa voz de sus acentos
mis diamantes oídos no escucharon.

[Don Juan de Tassis y Peralta]



Te recuerdo como a la luna: brillante, en mitad de un mar de estrellas e inmensidad... Y ahora te siento más a mi lado que nunca, tan cercano en la distancia como aquel instante en el que tus brazos y el cielo azul me protegían del frío y del miedo. Ahora yo soy quien quiere cuidarte. Ahora tú eres mi vida.

viernes, 26 de febrero de 2016

Otro viernes cualquiera

Llueve. Ha pasado mucho tiempo desde que la primera gota de agua rozó el suelo: horas, días, semanas, meses... Años. Y aún sigue lloviendo. 
He pasado horas y horas encerrada en esta habitación. Tantas como para llegar a odiarla. Quince horas por día y noche durante semanas, nada menos, sepultada entre flexo y apuntes. Debería estar harta... Lo estoy. Pero esta tarde necesito cobijarme entre sus paredes, bajo las mantas y entre mis sueños. 
Un libro en la mano, esa era la única compañía que necesitaba para olvidar. Sin embargo esta vez la estantería literaria no podría ayudarme, pues de cada tres, uno es de ella, viene de ella, o está ligado a ella de alguna forma. Hasta el olor a páginas ambaradas por el tiempo me recuerda a ella. 
Ojalá nada hubiese pasado. Ojalá pudiera despertar y darme cuenta de que todo fue una simple pesadilla. Ojalá... 
Ahora, en la única base que puedo sostenerme es la efeméride, y en esta, hoy, te necesito aquí. En mi cama, fuera de mis sueños. Arrópame de cariño y sálvame... Sálvame de mis miedos. Igual que lo hiciste aquel día. Igual que haces desde hace años. 

sábado, 20 de febrero de 2016

Veintiún folios destrozados

Llevo más de tres semanas sin escribir una sola letra con sentido, o con la mínima carga sensible, sentimental, que la convierta en algo más que una amalgama de tipografía y fonema. Más de tres semanas limitando mi actuación a comentar textos de escritores ajenos que están muy lejos de mi alcance. Y el motivo no serán las ganas, desde luego, porque mentiría si dijera que no lo he intentado cada noche hasta que el sueño gana la batalla a la desesperante (o más bien, desesperada) vigilia literaria. 
Veintiún folios —ni uno más— destrozados de palabras inertes que no supieron insuflarme vida ni arrancármela al emanar y desembocar en mi mente. Veintiún folios que buscaban plasmarte por primera vez desde tiempos que ya no recuerdo quedaron amordazados por ideas sueltas en algún rincón de mi memoria. Naturalezas simples, naturalezas muertas que todo hombre o mujer podría llegar a comprender. Porque, por mucho que algunos sostengan lo contrario, los hombres intuyen cada suspiro de los labios adecuados...

El resto lo limito a tu alcance, en el sentido más estricto de la palabra. Hazme apta en tus pensamientos y comprenderás, sin palabras, lo mucho que me queda por decir. 

lunes, 11 de enero de 2016

Sobre luces, sobre sombras

Mi primer propósito de año nuevo se refería a mis escritos. No volvería a escribir desde la oscuridad, desde el miedo. Lo gracioso es que hasta yo misma me lo creí, y ahora no me queda otra que tragarme mis palabras. Pero, ¿qué esperaba? ¿No volver a tener miedo? ¿Redactar sentimientos vacíos? No. Soy demasiado sensible, en los más estrictos sentidos de la palabra, como para rendirme ante un propósito mío. Mío. Ya que me pertenece, puedo hacer y deshacer sobre él. Puedo destruirlo. 
En un día como hoy no podría soportar no relatarme mis miedos a mí misma, porque parece que este es el único lugar donde afloro por completo. Donde revientan mis demonios y mis ángeles, desde un oscuro rincón, luchan por ellos mismos. Y se mantienen en pie. Tal vez sea porque este es el lugar más egoísta de mi mundo, pues no hay lugar para aquello que queda fuera de mi alcance o mi interés. Otros puntos de vista no pueden contar los delirios de esta mente perturbada. Y es que, desde cualquier otra mirada, la plena oscuridad al amanecer sólo hubiera podido explicarse con un apagón. No como dentro de quien huye de ella, asustada, en sueños, cuando la persigue para arrebatarle para siempre la luz. Pero, por fin, el sol iluminó las nubes y se coló entre su algodón, duro como la roca, para salvarme. 
A cambio de incumplir mi primera promesa a mí misma, decidí reestructurar su sentido y darme una segunda oportunidad para proponerme lo que de verdad quería, y no un vano ideal al servicio de terceros, cuartos, quintos, o incluso sextos. La virtud no se encuentra en el vicio, ni en el defecto, sino que está hábilmente localizada en el justo medio, como ya predicó algún que otro sabio del pasado. Es justo ese lugar al que quiero orientar mi tendencia, a diferencia del pasado: históricamente, siempre he tendido al vacío. Quiero buscar mi equilibrio, encontrarlo, sostenerme sobre él sobre un solo pie,como una brisa en armonía con soles y tormentas. Quizá dejar de abrazarme a la sensación extrema me permita respirar hasta el extremo mi libertad. Y, por qué no, también mi felicidad. 

martes, 5 de enero de 2016

Sweet Pain

"Nunca antes había visto a alguien como él. No era más que una persona gris, una más entre el mar de hormigón. Su cara, sus ojos, su voz sin color, sin forma, sin olor, sin alma, reflejaban el halo blanquecino de la muerte. Incluso hoy dudo si se trataba de la suya o, en efecto, de la mía. 
De repente algo me hizo concentrarme en su rostro inerte. Sus ojos de cadáver proyectaban la mirada más viva que había contemplado. 
Me miró. Se acercó. Recogió mis pensamientos, mis alientos, en un puño: sin duda, debió sujetarlos con fuerza. Y entonces, cuando fijó sus pupilas en las mías, sentí miedo, dolor, escuché gritos: los míos al contacto con su piel, fría como el hielo. Mis huesos sangraban fuego. Vi mi cuerpo convulsionarse, deshacerse a borbotones. Pero algo tremendamente dulce explotó en mis entrañas. Su beso embadurnó mis sentidos y ya no pude volver a mover un sólo músculo."