domingo, 9 de abril de 2017

Nacional A3

Parece mentira que en cuestión de días, de segundos, una vida entera pueda cambiar; una historia tambalearse, un amanecer volverse cenizo en mitad del bosque, y ser rojo el azul del mar. Es curioso cómo a veces la realidad puede cambiar de rumbo, que todas las líneas rectas se pongan de acuerdo para girar y girar en un torbellino de incertidumbres. 
Aquí y allá la gente viene y va. Los sueños se cumplen, los corazones se rompen, llueven tierras en desiertos desconocidos. No sé qué significa esa maleta que no para de rodar dentro y fuera, escaleras arriba y abajo, en cien maleteros y veinte vagones de tren. Ya no sé ni dónde está. 
La gente cambia, la vida sigue y yo tengo que hacerlo junto a ella, a pesar de todo. Todo lo bueno y todo lo malo tiene un final; pero a veces el horizonte está tan negro, tan manchado de tinta, que es casi imposible leer entre líneas, respirar. Y yo lo sé. Lo sé muy bien. 
A veces nada es lo que parece, ni siquiera lo que creíamos inmutable, seguro. A veces creemos advertir el punto y final, y cuando levantamos la pluma encontramos el papel casi vacío y observamos que el paso, el roce, lo ha emborronado todo. Que no hay más remedio que volver a escribir si queremos que todo sirviera para algo. 
Habrá manchas donde hubo mil historias que ahora laten sin vida, en forma de heridas. Habrá nubarrones. Habrá miedo al vacío, y puede que sólo nos quede aferrarnos a esa garantía de lo desconocido. Pero no es poco: es una oportunidad. 
Resplandece, ¿la ves? Allá, al final del túnel. Corre y haz que devuelva la luz a tus ojos tristes. Corre. Ya queda menos. 
Ya falta poco. ¿Ves? Es el futuro sonriéndote.