domingo, 26 de enero de 2014

Los caprichos del crepúsculo

La sensación de manos temblorosas. Cualquier ser humano normal calificaría el placer que me produce como una afección grave. Deseo y temor se funden en mis sentidos, porque me lleva al escalofrío. 

Paseo por las calles después de una tarde lluviosa. El grisáceo del cielo finalmente cede a los caprichos del crepúsculo y se torna negro, cuales pupilas profundas. Piso charcos de lágrimas de ángeles que quizá en su día me comprendieron. Ahora siento lástima de la tristeza de todas esas almas puras que se vieron forzadas a crecer. 

Cierro los ojos, me apoyo en la pared de la cueva. Siento recolsos del frío de ayer por la tarde entre las ráfagas de este nuevo, ambos se asemejan. Me vibra el móvil y yo lo ignoro. No quiero saber nada del exterior. Respiro hondo y echo la cabeza a un lado. Johnny viene hacia mí y me pide perdón por no traerme lo acordado. No te disculpes Johnny, no merezco que me pidas perdón. 

Manos temblorosas. El escalofrío viene a mí y me abraza. Te vas y me dejas sumida en la densa atmósfera de la incertidumbre. 

Abro los ojos: veo las columnas del Prado. 

                                                                                                              —Reven

martes, 21 de enero de 2014

En Newschwanstein, lejos de la magia de Madrid

Desde la cueva miro por la ventana. Recuerdo la psicología de su olor y la síntesis de los recuerdos del Prado. Una leve sonrisa se apodera de mis labios y ruboriza mis mejillas. Mis pupilas se dilatan al son de una voz profunda que me da los buenos días. Entonces despierto y veo que esoy en Newschwanstein, lejos de la magia de Madrid. 

Mi pulso acelerado sufre una leve arritmia. Vuelve la sonrisa felina, el llanto amenazante desaparece. Y corro, corro hacia el despacho de Godoy. Paro y respiro, siento la misma euforia que sentí frente las columnas del museo. Quiero gritar, quiero que Ludwig, Godoy y el semáforo me escuchen. Verde o rojo, a fin de cuentas son colores. 

Burlar las dichosas leyes de la lógica y cambiar lo que el mundo entiende por <<correcto>> por la permanente sensación de mejillas encendidas. Nadie puede negar lo obvio. Todos lo deseamos. 

En Ética lo ético nunca mata y siempre muere. Yo muero por matar lo que todos tienen por ético y lógico.  

                                                                                                           —Reven

domingo, 19 de enero de 2014

Las cajas de Tchaikovsky

Subir a <<la cámara>> me gusta. Siempre que subo a buscar apuntes de años pasados encuentro mil cosas que creía perdidas o que no recordaba su existencia. Ciertamente me procura largos ratos de entretenimiento para recordar, explorar, descubrir... El único inconveniente es el frío que hace en invierno (no importa, me gusta el frío) y el bochorno veraniego. Todo sea por saciar mi curiosidad.

 Días y días transcurridos pertenecientes a cuatro vidas en curso reposan en cajas de cartón guardadas entre esas cuantas paredes blancas. Bajo el escalón que separa la parte pequeña de la grande (antes me parecía enorme). Miro a la derecha; las cajas de Tchaikovsky. Primera caja: cuadernos, apuntes y libros de texto de los últimos años. Segunda caja: más libros y apuntes. Tercera caja: libros. Cuarta caja: trabajos de plástica. 

Son las pruebas de un pasado que realmente existió. Y mi vida sigue latiendo en los colores de la vidriera que reposa sobre todas las obras. El recuerdo más reciente de cuando Dee Dee aún estaba aquí. Por momentos siento el matiz regresar.

                                                                                                        —Reven



 

sábado, 18 de enero de 2014

Apoyada: en el pasillo de la cueva.

El viento golpea los cristales y las puertas. El tiempo apremia, corre y se lleva todas mis preocupaciones. Fuera se siente un olor peculiar. Lo siento (siempre lo siento). Huele a vainilla. Vainilla fresca de oriente, vuelvo a delirar. 

Los ojos oscuros latentes en cada despertar se apoderan de mis sentidos. Las estaciones me ciegan y transcurren sin que pueda verlas (¿qué importa?). Vulgar, vulgar sentido de la vista que coharta  la imaginación. 

Sentiré los millares de esencias que el mundo esté dispuesto a ofrecerme. Recorreré el mundo en busca de cualquier inspiración prohibida. Pero sólo la encontraré en el hombre que vive lo que sueña. Una certeza. 

Nunca olvidaré el viaje de vuelta. 

                                                                                                        —Reven

martes, 14 de enero de 2014

Prejuicios: Al pasillo de debajo de la cueva

El paso taciturno de las horas frente a la pantalla me relaja. Al menos hoy. No hay recuerdos latentes, y me alegra. No hay dolor, tampoco ansiedad, y me alegra. 

Desde hace un tiempo estoy invadida por un gran sentimiento de satisfacción hacia mí misma. Puede que no sea la más guapa (desde luego no lo soy), tampoco la más delgada. Soy de baja estatura, quizá demasiado en comparación con otros (¿comparaciones? ¿A caso me importan?). Mi voz nunca me había agradado demasiado, es bastante aguda, chillona (pero tus elogios me hicieron reconsiderarlo). Por la parte que me toca, no soy perfecta, nadie lo es. Pero hay algo de mí que me enorgullece (no sé si estará feo utilizar el concepto de <<orgullo>> o no): no tengo complejos. Y si los tengo salen a relucir en muy contadas ocasiones. 

Un mundo ideal no puede existir. Es inútil buscar ser exitoso en absolutamente todos los campos imaginables. No obstante la autoestima vale su peso en oro; quedan terminantemente prohibidas las infravaloraciones. El éxito de cualquier indivíduo y su aspecto físico no tienen absolutamente nada que ver. No son magnitudes directamente proporcionales (no tienen ninguna relación de proporcionalidad). Si uno tiene prejuicios contra sí mismo incita a los demás a que también los tengan. 

Y encuanto al tiempo perdido: no gastes la vida buscando algo que no se puede recuperar. 

Parece mentira que a su edad ciertas personas aún tengan prejuicios. 

                                                                                                         —Reven

lunes, 13 de enero de 2014

Dee Dee

"Os he engañado a todos, y ese engaño lo he convertido en arte."

Tus ojos, tu caminar, tus manos... Todo en ti es arte. Gracias por enseñarme a crearlo por mí misma.

                                                                                                                       —Reven
                                   

Florencia

"(...)Caminé lentamente a lo largo de la calle. Había tantas heladerías que no sabía cuál sería la correcta. Tenía la sensación de llebar horas dando vueltas en torno al mismo sitio. Aplaudo mi ubicación de peonza.
Me apetecía caminar; quería perderme. Florencia me traía recuerdos.
Allí sola, perdida, rodeada de gente que dominaba infinidad de hablas, o al menos eso me parecía. Ni escuchaba ni entendía nada (mis conocimientos de español, inglés y francés no me servían). Todos agitaban las manos dando énfasis a sus argumentos y explicaciones. A mi derecha un joven paseaba con su precioso dálmata. A mi izquierda una niña lloraba porque se le había caído el helado. 
Llevaba la carpeta de dibujos bajo el brazo. Siempre quise cumplir con la tradición de sentarme frente un edificio y dibujarlo a mano alzada. Ajena a todo seguía caminando, me daba igual el tráfico. 
De repente oí un pitido que claramente se dirigía a mí. Me encontraba abandonando mi estado somnoliento cuando de repente Fulton me agarró el brazo y tiró de mí hacia sí. Una moto había estado a punto de atropellarme. (...)" 

Nunca olvidaré el viaje de vuelta porque es allí donde se condensan todos los momentos del día. Entonces nacen los recuerdos inolvidables. 

                                                                                                            —Reven

A esas malditas nuevas tecnologías

En el regazo de aquella metáfora poco explícita para ojos agenos a la que decidí llamar Godoy. Mis reflexiones y mis razonamientos colapsan y me resquebrajo. Nace mi ira homicida. 

Tras la tarde entera tratando de llegar hasta aquí, de desatarme una vez más con mis lectores y conmigo misma, al fin consigo escribir estas líneas. Malditas nuevas tecnologías, siempre lo arruináis todo. 

Adoro cuando alguien me cuenta que le gusta mi forma de escribir. El bariopinto cóctel de sentimientos que me producen me resulta excitante, a veces incluso ruborizante. 

Adoro el sonido de aquella voz perdida que antes me abrazaba. Adoro escuchar los pasos y la profundidad de una nueva mañana, de un nuevo despertar. Adoro cuando alguno de mis queridos personajes se reconoce en la vida real. Adoro que algunos incluso reconozcan a esta persona que ahora mismo escribe cuando hablan con ella. 

Hay palabras y personas que, sin saber por qué, calan tu mirada, se introducen hasta tu corazón y arraigan e las profundidades de tu ser. Ambos elementos se han hecho indispensables en mi vida. Ambos me ayudan a arrancar de mis entrañas una espina con raíces muy profundas.  

Querida espina: hasta aquí llegó todo. Jamás volverás a aparecer en mis delirios. 

Gracias por tu espera, Nené, dale un beso a Sophie de parte mía. Alice, te echo de menos. Lili, en dos semanas me tendrás por tus lares. Héster, Johnny, nos vemos mañana. 

                                                                                                             —Reven

jueves, 9 de enero de 2014

Junto a Godoy, que no existe

Miedo... El miedo nos limita, nos aflige, nos aparta del camino. Sentir que la tormenta es tu más fiel amiga y aliada cuando grita más fuerte que un alma partida y te inspira, te libera, te sana las heridas es la sensación suprema, dentro de la desesperación. Incluso llega a ser agradable. Después de todo acalla y empequeñece los problemas. Tú eres más grande.
 
En cambio la tormenta que hiere, que asusta, que desespera... La que hace delirar. Esa tormenta es la que resquebraja mi alma y me cala los huesos terminando con mi capacidad de controlar mis sentidos. Ya no puedo controlarlos.
  
El olfato colapsa con la vista y se tuercen sus caminos, se entrelazan. Por eso me parece verte en todas partes. Por eso tu olor me acompaña aunque por ventura tú estés a decenas de kilómetros de mí. 

Mi alma irascible colisiona con la poca razón que mi mente pueda aún albergar. El escalofrío me trae incluso recuerdos del matiz. El colapso vuelve y se crean mis desdenes, mis delirios mentales. 

El desdén precede a la calma, y es entonces cuando pongo el provisional e hipócrita punto y final, la pausa de bolsillo. Entonces pienso, no releo. Entonces vuelvo a ser consciente. Tiempo después vuelvo sobre mis palabras. Ahora lo veo. Eres el protagonista de miles de mis delirios.

                                                                                                          —Reven

lunes, 6 de enero de 2014

Utopía del silencio absoluto

De noche, a la sombra de aquella iglesia del siglo XVII que las lejanas farolas alumbraban. 

Me hallaba al pie de sus muros, en compañía de Lili, mi hermano y unas cuantas personas más. No cesaba su empeño en tratar temas macabros, lóbregos, tenebrosos... Yo fingía escuchar, asentía con la cabeza y callaba. Mi mente andaba absorta y envuelta por la magia consecuente de la Noche de Reyes. Imploraba al cielo que esos tres maravillosos hombres trajeran un cambio. No un cambio cualquiera, sino uno admirable, digno del recuerdo eterno, que me privara de mi ansiedad latente. 

De repente cesa el aire, los lejanos canes callan su aullido remoto. Los coches se detienen. Ningún ave perturba aquel silencio rotundo. Nadie osa estropear mi regalo. 

Recuerdo aquellas palabras que una profesora de música me dijo cuando era pequeña: <<Solo si viajas al espacio podrás escuchar el silencio absoluto>>. La excepción confirma la regla.

Abro los ojos, luego los cierro. Ni siquiera puedo oír la respiración de mi hermano, sobre el que estoy sentada. Nadie respira, nadie pestañea. Los Reyes Magos han congelado el mundo para mí. 

Aprender a escuchar los susurros del silencio y volverse magia junto a ellos. 
Ahora puedo oír los latidos del mundo. Ahora tengo su corazón a escasos centímetros de mí.

                                                                                                          —Reven

jueves, 2 de enero de 2014

La última y la primera medianoche

El sonido de las campanadas de la última y la primera medianoche me abre los ojos. A comenzado una nueva vida lejos de ti, lejos de mí, lejos de lágrimas y de tristeza. 

La importancia se mide en veces que alguien te ha dado la mano y las que te la ha soltado. Si existe la memoria selectiva, hoy quiero crear el corazón selectivo. Aquel que decide quién demuestra ser importante y decide quién se queda y quién se va. En definitiva: decido controlar a mi corazón, y no que él me controle a mí. Quizá así alcanzara la felicidad máxima de la que tanto nos hablan los libros. 

Por desgracia el mundo sigue siendo mundo. A pesar del año nuevo, la naturaleza es como es y. aunque yo lo decida, no puedo cambiarla (¿para qué cambiamos de año si todo sigue igual?). Pese a esto puedo intentarlo.

Ahora es el tiempo de ser feliz. Hoy es el día de comenzar a sonreír, de intentar ser dueño de tu corazón. Quizá de esta forma sí sería rentable, Johnny.

                                                                                                                            —Reven