miércoles, 30 de abril de 2014

Bienvenida al mes de mayo



<<No sé si serán…>> Comencé con tales palabras. Con aquellas palabras llenas de inseguridad, de recelo, de miedo… —<<Pero no me importa demasiado.>>— y de rechazo a lo externo. Hoy puedo decir que odio ese rechazo, esa cápsula en la que anduve encerrada por esos días. Hoy no apruebo el desastre catastrófico de mi yo interior, quien escribió aquellas secas palabras, las cuales, si hubiesen sido dichas, no serían palabras, sino esputos.
Hoy, un año después de aquella burda Presentación me fijo en su final. En él al menos puedo llegar a encontrarme: siempre caminante en medio de un mar de dudas e incertidumbres. Caminante que tiende a la divergencia, al balanceo entre los antónimos más llamativos, entre dos polos semejantes al Norte y al Sur, que se atraen sin quererlo. Sin haberlo decidido jamás.

Con un pie puesto en mayo, vuelvo a tambalearme. Practico la procesión a lo largo de toda la planta baja de la casa. En mitad del pasillo me detengo, y comienzo a danzar en el sitio. Finjo escuchar el golpe seco del tambor, el cual me indica que mi dicho debe comenzar. Mi último dicho, mi última despedida. Mi último despertar como lo que hoy aún soy. Parada, con los puños colocados en la cintura, parezco más esbelta, más alta, más pura, más blanca… Más digna de ser escuchada. Alzo la mirada en busca de su imagen, la encuentro y me quedo paralizada. Al fin consigo arrancar, y las palabras me arañan la garganta a la vez que me acarician el costado. Como queriendo consolarme. Recito despacio, sin bajar la vista un milímetro. Estoy sola, como cada primer sábado de mayo en la iglesia. La diferencia es que ahora no estoy rodeada de gente que habla, calla, llora y aplaude.
Cuando termino corro hasta mi sitio del sofá y allí dejo que las lágrimas calientes me empapen por completo. Tengo la voz quebrada, los ojos irritados y las manos temblorosas. Querría que esto no estuviera pasando, que todo se desvaneciera como si fuera un sueño. Pero, en realidad, es ahora cuando el sueño está llegando a su fin. Ahora me doy de frente contra la realidad, y esa es que, hasta ahora, todo mi paso por la danza ha sido un sueño. Un sueño precioso del que jamás querría despertar. No obstante, como siempre, el Sol ha de salir de nuevo.
La luz del blanco se apaga, es cubierta por otra más potente. La música de dulzaina, tambor y castañuelas se aleja y, poco a poco, enmudece. Ojalá no tuviera que despertar nunca. Feliz mes de mayo.

Ahora será mi corazón el que se vista de blanco cada mayo. Ahora el mundo onírico será el encargado de devolverme a tu lado. 

                                                                                                                                                                               —Reven

sábado, 26 de abril de 2014

El vendaval de la improvisación

Cuánto tiempo hacía que no veía un atardecer dorado. Un cielo cubierto de nubes teñidas de rosa, naranja, o yo qué sé. Cuánto tiempo puede pasar escurriéndose entre mis dedos sin que apenas pueda darme cuenta. 

Cómo pasa la vida, cómo pasan los años... Qué poco conozco de ella. Qué escasas primaveras he vivido, y a cuánto he tenido que decir adiós. Tantas cosas me he visto obligada a dejar atrás, y tantas más vienen y se acercan a mí tan deprisa... Tantas cosas tan importantes.

Pero un punto no siempre marca el final, al igual que un <<adiós>> no siempre es definitivo. Ciertas cosas regresan volando en círculos, como golondrinas que se alejan y vuelven cerca una y otra vez en su armonía refrescante. Esa que siempre me ha recordado a las noches de verano en las que el viento mueve el aire en leves ráfagas y te eriza el vello de los brazos y de la nuca. 

Regresa un porqué jamás respondido. Mas esta vez no va a acercarse tanto como hizo en su último vuelo hacia mi vientre. Podrá de nuevo refrescarme; pero no volverá, con su llegada, a calentarme las tripas, ni a dejarme el corazón helado con una nueva despedida. 

Si pudiera comprar un final para esta historia... Un final que no oscilara y fuera constante, tal vez podría llegar... Llegar. Lo que no tengo claro es hacia qué dirección ir. No obstante, ¿es a caso la vida constante? No podemos elegir la repercusión de nuestros pasos, por mucho que estemos dispuestos a pagar. Por muy alto que sea el precio.

Alguien me dijo una vez que, para no equivocarse, lo correcto es planificar un guion. De esta forma nada podría salir mal. Pero yo nunca he sabido seguir guiones, Dee Dee. Nunca he sabido actuar a favor del viento. Yo, por pura cabezonería, me meto de cabeza en el vendaval de la improvisación. Unas veces fallo, sin embargo otras, por pocas que sean, acierto. 

                                                                                                           —Reven



miércoles, 23 de abril de 2014

Cuento del día de Sant Jordi: Un libro y una rosa



<<Barcelona, 23 de abril de 1876
Querida María:
Te ruego que perdones todo el tiempo que ha pasado desde mi última carta .En estos tiempos que corren el viento parece no soplar a mi favor. Aprovecho este momento en el que mi padre ha salido a comprar tabaco para escribirte. De lo contrario me vería obligada a hacerlo a escondidas, como siempre. Por mucho que lo intente jamás comprenderé por qué a Dios habría de disgustarle que escriba con la mano izquierda.
Rezo porque las siguientes palabras jamás lleguen a sus manos, pues no sé qué desgracias desencadenarían. Querida amiga, deseo contarte una historia de la que jamás creí poder formar parte.
Cada año, el día de Sant Jordi, me asomo a la ventana y aspiro el olor a rosas frescas que de la tierra brota. Desde ahí veo la felicidad en los rostros de las jóvenes enamoradas que reciben las hermosas flores a cambio de pedazos de arte encerrados en libros.  Siempre soñé con llegar a formar parte de ellas algún día… Hoy se ha cumplido mi sueño.
Esta mañana fingí un catarro para que mi padre me permitiera quedarme en reposo en la cama en lugar de ir a misa. No podría perderme mi más adorada tradición. Esta vez decidí salir a la puerta para contemplar a las parejas más de cerca.
Al abrir la puerta, sin quererlo siquiera, he desviado la vista al suelo, y mi mirada ha sido sorprendida por el resplandor de una rosa de un rojo tan vivo que paría sangre. Al recogerla mi dedo índice ha quedado atravesado por una espina, y el color emergido lo ha hecho parecer un pétalo derramado de la corola de la flor.
Levanté los ojos y encontré la mano tendida de un muchacho moreno que me ofrecía un pañuelo. Asustada regresé dentro a trompicones, cerrando la puerta tras de mí. Entonces, al ver mi libro favorito, Jane Eyre, de la autora Charlotte Bronté, encima del aparador de la cocina, recordé el sueño de mi vida. Lo cogí y salí de nuevo para dejarme curar. No puedo creer que le haya regalado a un extraño mi mayor tesoro. Tal vez no me haya equivocado. Quizá haya merecido la pena. 
Sea como sea prometo que tú serás la primera persona en saberlo. Y, si el Señor quiere, también la única. Espero tu respuesta pronto.
Con todo mi afecto:
                                                                                                                            Martina >>

Juan murió hace dos meses. Hoy recuerdo con tristeza aquella carta que envié a mi amiga de la infancia. Como antaño, esta mañana me asomé a la ventana y, con todas mis fuerzas, intenté volver a verlo llegar con la rosa detrás de la oreja, como hacía cada día de Sant Jordi.
Me sereno bebiendo café recién hecho (recién molido) en su taza de hojalata y acaricio las hojas secas y aplastadas de aquel primer regalo. Aquel que conservé dentro de las páginas de cualquier libro, cuyo título olvidé hace tiempo.

                                                                                                                           —Reven

(...) El último despertar (Día del libro)



"De repente las luces se apagan y los gritos me dañan los tímpanos. La incertidumbre desespera a toda esta gente, y por eso chillan. Yo, en cambio, llevo demasiado tiempo sabiendo lo que ocurre en este lugar. No puedo sorprenderme, y no lo hago. Me limito a repetir mil veces que la quiero, y lo mucho que me arrepiento de haber sido tan cobarde. Al fin y al cabo mi destino siempre estuvo sellado, ¿por qué tuve que elegir esta forma de llegar a él?
Si la situación fuera otra, si ahora mismo estuviese sentado sobre la cama de casa de mis padres, o preparando chocolate para Ada en la cocina, sollozaría de desesperación, de angustia ante lo que me espera. Sufriría la presión en el pecho de todas las vidas que he destrozado. Pero no es el caso. Estoy aquí, con la persona a la que más quiero y que más ha sufrido por mi culpa entre mis brazos. Y sólo puedo pensar en ella, y en cada una de las escasas sonrisas que me ha dedicado. Ahora me doy cuenta de que no las merezco. Ni siquiera merezco su mirada, ahora desviada hacia la puerta, justo en la misma posición que antes. Mirando hacia el lugar donde arrojé los trozos de tela arrancados del abrigo y la gorra.
La gente comienza a toser, y yo no tardo en unirme a ellos. Ahora Ada me mira directamente a los ojos. Algo la hace temblar. Cuando diviso las lágrimas cayendo por sus mejillas pienso que el miedo es el culpable. Pero no. Jamás ha tenido miedo, ni siquiera mientras estaba expuesta a ser descubierta las veinticuatro horas del día.
 El tiempo se consume demasiado deprisa… Agacho la frente y la pego contra la suya, de tal forma que los dos respiramos el mismo aire y compartimos el poco oxígeno que queda. Ella me coge la mano en un último aliento y yo apoyo mi boca en sus delicados labios.

Los hombros dejan de pesarme y me siento flotar. ¿Podrá perdonarme quien sea que esté ahí arriba?
Siento la fría nieve caer del cielo. Es Navidad. Al fin estoy en casa. "

                                                                                                                                                        
                                                                                                                     —Reven