lunes, 11 de enero de 2016

Sobre luces, sobre sombras

Mi primer propósito de año nuevo se refería a mis escritos. No volvería a escribir desde la oscuridad, desde el miedo. Lo gracioso es que hasta yo misma me lo creí, y ahora no me queda otra que tragarme mis palabras. Pero, ¿qué esperaba? ¿No volver a tener miedo? ¿Redactar sentimientos vacíos? No. Soy demasiado sensible, en los más estrictos sentidos de la palabra, como para rendirme ante un propósito mío. Mío. Ya que me pertenece, puedo hacer y deshacer sobre él. Puedo destruirlo. 
En un día como hoy no podría soportar no relatarme mis miedos a mí misma, porque parece que este es el único lugar donde afloro por completo. Donde revientan mis demonios y mis ángeles, desde un oscuro rincón, luchan por ellos mismos. Y se mantienen en pie. Tal vez sea porque este es el lugar más egoísta de mi mundo, pues no hay lugar para aquello que queda fuera de mi alcance o mi interés. Otros puntos de vista no pueden contar los delirios de esta mente perturbada. Y es que, desde cualquier otra mirada, la plena oscuridad al amanecer sólo hubiera podido explicarse con un apagón. No como dentro de quien huye de ella, asustada, en sueños, cuando la persigue para arrebatarle para siempre la luz. Pero, por fin, el sol iluminó las nubes y se coló entre su algodón, duro como la roca, para salvarme. 
A cambio de incumplir mi primera promesa a mí misma, decidí reestructurar su sentido y darme una segunda oportunidad para proponerme lo que de verdad quería, y no un vano ideal al servicio de terceros, cuartos, quintos, o incluso sextos. La virtud no se encuentra en el vicio, ni en el defecto, sino que está hábilmente localizada en el justo medio, como ya predicó algún que otro sabio del pasado. Es justo ese lugar al que quiero orientar mi tendencia, a diferencia del pasado: históricamente, siempre he tendido al vacío. Quiero buscar mi equilibrio, encontrarlo, sostenerme sobre él sobre un solo pie,como una brisa en armonía con soles y tormentas. Quizá dejar de abrazarme a la sensación extrema me permita respirar hasta el extremo mi libertad. Y, por qué no, también mi felicidad. 

martes, 5 de enero de 2016

Sweet Pain

"Nunca antes había visto a alguien como él. No era más que una persona gris, una más entre el mar de hormigón. Su cara, sus ojos, su voz sin color, sin forma, sin olor, sin alma, reflejaban el halo blanquecino de la muerte. Incluso hoy dudo si se trataba de la suya o, en efecto, de la mía. 
De repente algo me hizo concentrarme en su rostro inerte. Sus ojos de cadáver proyectaban la mirada más viva que había contemplado. 
Me miró. Se acercó. Recogió mis pensamientos, mis alientos, en un puño: sin duda, debió sujetarlos con fuerza. Y entonces, cuando fijó sus pupilas en las mías, sentí miedo, dolor, escuché gritos: los míos al contacto con su piel, fría como el hielo. Mis huesos sangraban fuego. Vi mi cuerpo convulsionarse, deshacerse a borbotones. Pero algo tremendamente dulce explotó en mis entrañas. Su beso embadurnó mis sentidos y ya no pude volver a mover un sólo músculo."