lunes, 23 de diciembre de 2019

A las 12 será 1920


He escrito muchos, pero muchos poemas con esta pluma. Qué irónico llamar pluma a un puntero, a la punta de una flecha.  Mi vida es extraña, no lo puedo negar. Siempre ha sido así. Pero últimamente las cosas parecían haber cambiado.
Parece, para mis costumbres, contradictorio estar triste en Navidad. Soy nueva en la experiencia, y la verdad, no me resulta agradable. Oigo voces en la cabeza, entre nostalgia, esperanza y miedo. Aunque eso de la esperanza cada vez lo digo con la boca más pequeña. Lo estoy perdiendo todo…
No me gusta, de repente, el calor de la estufa de leña de casa de mi abuela. No me gusta el olor a horno por la calle, ni las carcajadas de niños pequeños jugando a atraparse. Siempre me entusiasmaron las canciones navideñas, y ahora la primera estrofa me resulta vomitiva. ¿Será porque he estado leyendo a Pablo Neruda, pese a las contraindicaciones?
No lo sé, y por tanto nada puedo decir al respecto. Pero odio mi mundo cuando me siento lejos. Y así me encuentro: aislada y vacía allí donde todos son felices.
Algún día intentaré cortarme las venas con unas tijeras de punta redonda, y saldrá bien.  
Quiero buscar dentro: removerme la vida y las entrañas, los recuerdos… Quiero encontrar aquello que le devuelva el equilibrio a la balanza. Solo mía. Hace mucho tiempo que empecé a colgarme del lado equivocado, y ya no hay quien me asista. Mea culpa, por idiota: feliz e infeliz.
Que se preparen la Bolsa y el mundo. Los Felices Años 20 han vuelto.

viernes, 11 de octubre de 2019

Españolito: España como problema



La premisa a partir de la cual debe entenderse lo que sigue es la certeza de que esta es una cuestión sin resolver, tal vez sin resolución posible: el problema de España, que más bien parece ser un enigma. A pesar de todo, por deuda conmigo misma, me situaré frente al espejo del folio en blanco para intentar averiguar qué hay dentro de mi que me permita afirmar que yo soy España, si es que lo hubiera. 
La consecuencia fáctica de estudiar el ser cultural o el ser nacional de un pueblo como una lista acotada de rasgos asociados a la raza, la lengua o el culto es la confrontación con el otro, con “el de fuera”. No hay duda de que por encima de caracteres específicos brilla la humanidad como fundamento del ser de cualquier grupo humano. Esto es cierto y se manifiesta en toda confluencia, y nunca debería perderse de vista.
Pero de lo que este escrito versa se pretende una respuesta. Por ello, sin abandonar esta postura, para abordar el problema de España es necesario desviar en cierto modo la mirada de esta concepción nancyana que define la apertura como único fundamento legítimo de la identidad del ser humano. Se trata sencillamente de un esfuerzo de distinción en busca de esa especificidad que nos ocupa y preocupa, y que hace de esta una incógnita siglo tras siglo. Si existe efectivamente algo que haga el ser español, en modo alguno podría alejarlo de esta última o primera esencia. Por tanto, de aquí habrá de partir en este ejercicio de introspección.
Hace ya varios contratos sociales que el ser humano adquirió su definitiva naturaleza en detrimento de la originaria, el ser natural. Ser humano es ser social, y las sociedades son constructos eminentemente históricos. En algún punto de la Historia universal nació la historia de España. Si se intentase hallar en ella un hito en que naciera la conciencia de pueblo español en la intrahistoria unamuniana, a la vista quedaría que, de principio a presente, las efemérides narran España como tierra de conflictos de esencias. Desde aquella reexpansión de los reinos cristianos a la que se llamó Reconquista hasta la no tan lejana Guerra de Independencia Española se percibe la lucha por el ser, por uno u otro motivo. Aquella unió en esencia religiosa distintos pueblos a la carga contra Al-Ándalus (¡tan nuestra…!); esta condicionó el devenir político e ideológico de todo el siglo XIX español, que fue escenario de tiempos convulsos y que vino a desembocar en la crisis de 1898. Es aquí donde arranca la reflexión sobre la cuestión de España y el ser español que tanto dejó a la vista.
En los primeros años del siglo XX toda una generación de escritores y pensadores abordaron la cuestión desde distintos puntos, confluyendo todos ellos en el deseo y la necesidad de regeneración. Para ello era fundamental poner en tela de juicio España y sus esencias. De esta manera, tal vez de forma inintencionada, quedó a la vista en la propia hazaña crítica un carácter muy nuestro: una identidad escindida, sujeta a juegos de controversia. Estos juegos se manifiestan en una singular dialéctica hegeliana: tesis y antítesis contrapuestas en cuya negación se despliega España.
En Luces de Bohemia Valle-Inclán nos define como esperpento: el héroe trágico se deforma en absoluto al reflejarse en los espejos cóncavos y convexos del Callejón de Álvarez Gato, reconociéndose en sus glorias y miserias. Y en el acto mismo se reencuentra con su esencia liberada: el yo por el Yo. Este es el carácter español.
María Zambrano (como tantos otros) trae a colación en este respecto El Quijote como alegoría de la identidad española. Don Quijote niega su propia cordura, la de Alonso Quijano, y en esa negación se encuentra consigo mismo renacido en su locura, regenerado. Pero al mismo tiempo el hidalgo de La Mancha hace honor a su papel de héroe trágico: la única batalla en que vence está más allá de su mundo. Solo estando él moribundo sus allegados comprendieron el sentido de su hazaña, mitad cordura, mitad locura, y que en ese juego se desplegó el verdadero ser de Alonso Quijano: la humanidad más pura.
Antes quedó dicho que esta humanidad pura es el sustrato más esencial de todo pueblo, y por tanto debe brillar sobre toda controversia. Es este el sentido de uso del término, el único que reconozco como legítimo en cuanto al ser se refiere. Mucho se ha dicho desde otros puntos de vista acerca de la pureza, a veces con consecuencias catastróficas, lo mismo que ocurre cuando se elimina la apertura del concepto de identidad. Pensemos en Unamuno… La cultura española, es cierto, suscribe unos rasgos propios, muy diferenciados del resto, y estos condicionan y hacen gran parte del ser de su pueblo. Tan desacertado es tratar de negarlos como ensalzarlos al extremo como fundamento o verdad de la esencia. Del mismo modo que la religión (o quizá, más bien, la religiosidad) está profundamente arraigada en lo español, lo están elementos como la tauromaquia, el folklore, el romanticismo intrínseco, la poesía o el arte pictórico; en suma, todo lo que se suele llamar tradición. Pero en nuestro ser antitético está la negación de uno mismo, la regeneración como meta indiscutible. El juego dialéctico enfrenta a diario nuevas conquistas morales y tradición castiza, y el resultado es progreso de la intrahistoria. Cada mujer, cada hombre, todos estamos atravesados en mayor o menor medida por estos elementos, y nuestro carácter personal depende de en qué extremo se focalice la negación.
La identidad española está definitivamente escindida y rasgada de contradicciones en sentido absoluto, tanto así que los intelectuales hablaron y hablan de la realidad de las dos Españas. “Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza. / Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”, escribió Antonio Machado.
 Dos rivales, separadas, que en tiempos revueltos terminaron trasladando el juego teórico al tablero geográfico: las mismas reglas, pero a golpe de metralla. La Guerra Civil materializó la negación de las dos Españas, revolucionó la intrahistoria y le dio un presente definitivo. En la masacre se reveló la esencia. Olvídense los caprichos e intereses de la historia: España es su intrahistoria temerosa dispuesta a darse por causas más o menos justas, pero suyas, a fin de cuentas. España hace de su ser su causa. Pero, entonces ¿qué es España? No existe una respuesta.

España es idea desplegada en contrarios. España es tradición y es progreso, esta es su cultura. España son las dos Españas negándose y encontrándose a sí mismas. En el Ebro sangriento una España negó a la otra España y, aunque me duela, eso también es España.
Hoy, aún con las manos manchadas y la intrahistoria herida de guerra, alguien despertó en la mañana, se asomó a la ventana y miró al frente. Con el viento de poniente en la cara pensó en un sueño: un mejor mañana. Esa mujer es España. Es Dulcinea.


jueves, 12 de septiembre de 2019

Ser Mahoma o ser montaña


Me atraen las viejas costumbres:
Tinta y grafito manchándome las manos.
Borrones que retratan la batalla campal
De un verso.
O de un verano.

Un lirio, una amapola.
La espiga más alta entre el trigo.
Una estrella fugaz que despunta
la Vía Láctea.

Corcheas rabiosas se preguntan
Si es esto poesía u otro delirio
De un artista maltratado
O algún pesimista enamorado.

El ser, solo y aislado, en el vacío
De un espejo reflejado
Se recita a sí mismo día tras día.
Recuerda en su suplicio el polvo
De la muerte.
Recuerda el abismo:
escalofrío del beso infinito.

El ser Mahoma, o ser montaña.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Fly me to the moon

Ya está. Tengo que llevarme las manos a la cabeza, porque no sé dibujar los girasoles. Sí, he pasado la vida rodeada de cielos estrellados y campos amarillos, pero nunca es suficiente. 
He visto lo estético en una galleta Oreo y mis escritos de fondo, más pobres que las ratas. Una canción de Sinatra suena dentro de un coche y otro coche baraja estrellas en el capó metalizado, como si fueran cartas. Ya estallan los fuegos artificiales ahí fuera; en el interior se desata la tormenta. Un beso, una rosa, un atraco a mano armada. Estoy saturada de demonios.
Nos fusila el viento al final del túnel. La última marea no nos dejó indiferencia: el mundo pintado en colores y cansado de miserias. A algunos se les parte el alma. A mí me abre los poros: el infierno me estalla en la cara y me reflejo en algún mar de aguas claras. Me despeina la brisa del Báltico y le grito a las entrañas de la tierra para sentir que aún puedo ser libre. 
No sé que se me permite pensar y qué no. No sé si debería utilizar condicionales en temas tan serios. Solo sé que alguna vez arrojaré por el balcón un puñado de palabras que serán las últimas. Pero yo no las sabré, y tal vez nadie las oiga. Y nunca podré decidir haber escogido otras mejores. Es la consecuencia de estar viva. El llevar la muerte por dentro ha de tener esa ventaja, y a qué precio. 
Libertad por libertad. Así se mueve el universo. El preso desfilando hacia el patíbulo. Es una buena historia que recordar cuando me entre sueño. 



sábado, 29 de junio de 2019

Anoche hablé con Bonnie Tyler en la puerta de un bar


            El mayor temor es una hoja en blanco. Siempre pensé que volar no ha de ser tan difícil como lo pintan. Sin embargo, últimamente las cosas cambian a mi alrededor a un ritmo que asusta. Asusta como un libro inacabado; un capítulo sin cerrar.
            Parece que escribir ahora me es complicado… Hasta de esto llega a estar privado el ser humano. Su vida, su alma, no siempre pueden ser plasmadas más allá del fondo de la botella. Como el esclavo, el enamorado ahoga sus penas en un vaso. Solo así, sola con mis pensamientos y un par de Martinis encuentro las palabras donde un día escribí poemas y prosas, pinté cuadros, creé caminos. Pero los animales del bosque devoraron mis miguitas de pan, y ahora no encuentro la forma de llegar a casa.
            Fue aquella noche, entre brumas y horizontes. Tequila barato y trazas de azufre. Sufrías por amor y estallaste en lujuria. Sigo siendo experta en reservar la última palabra para una discusión que nunca acaba como querría. Desde el principio; hasta el final. Siempre me quedo en el portal. Siempre en busca de nuevas historias sin principio ni final. Siempre intentando hacer texto allá donde sólo existe diálogo de locos. Delirios de amores frustrados, mejillas coloradas, pupilas dilatadas y náuseas de madrugada.
            Cuando la ciudad duerme sus demonios salen a bailar bajo la lluvia de estrellas, campan a sus anchas por las grandes avenidas. Melenas despeinadas; miradas tatuadas. Luces de neón despiertan en las barras pegajosas. ¿Acaso alguien entiende el frenesí de un beso? Una canción favorita que se repite en las discotecas nunca pudo hablar más claro. Desde entonces no soy capaz de apagar la radio. Que suene y resuene bien fuerte: nothing I can say, total eclipse of the heart.

viernes, 7 de junio de 2019

Cigarrillos, copas y miradas condensadas

No ha sido fácil volver a bailar debajo de la lluvia. 
Recuerdo un paraguas rojo. Común, comprado en cualquier Todo a 100 cercano. Barato, como los pulmones ahumados. No supe que fumabas hasta aquella noche de verano. 
Cigarrillos, copas y miradas condensadas: todo lo ocultaron. Había un concierto de rock en el local. Cantamos, saltamos y brindamos por lo desconocido y, por dios, qué bien sabían tus besos a whisky con agua. Guárdame el secreto... 
En la calle dos gatos peleaban; vendían sus bigotes al mejor postor. Una chica se acercó pidiendo fuego y nos guiñó un ojo. Imagino que no era la primera a quien llevabas por allí. Pero entonces no lo veía... Solo quería mirar las estrellas. Desoí toda advertencia: cuidado con el amor contaminado. Quizá no hoy, ni mañana, pero algún día la falta de correspondencia te pasará factura. Ya no habrá más mensajes que esperar, ni más noches que desear en sueños. 
Pasó demasiado tiempo. Pedí tantas veces la última canción que terminé con el cupo de plegarias. Soplé tantas velas que hice de la vida un rito de adoración al final de mi vida. Y no lo merecía. Nunca lo merecí. Ni tú tampoco. Hace años te escribía cosas mejores. No lo siento, No hay motivo por el cual pedir perdón. 

A veces, cuando llueve, todavía pienso en tus ojos de ceniza y en mi paraguas rojo. Puede que en realidad lo dejase a propósito olvidado en tu coche. Ahora puedo decirlo sin miedo. Nunca perdí la esperanza de poder recuperarlo al día siguiente. Solo que ya hace muchos días de eso. 

jueves, 11 de abril de 2019

Hacerte texto

Detrás de mis logros y mis grandes hazañas estás tú. Estabas ya cuando sólo éramos dos extraños, y estás hoy cuando incitas mi emoción dedicándome un par de acordes. En cada gesto, en cada palabra de tus labios ahogo un grito de incordio, porque pierdo la cordura. No la tengo...
En cada paso que doy adelante me giro buscando tu mirada, siempre presente. Porque tu límite no es el tiempo. No eres historia del pasado, ni espectativa de futuro, porque siempre, siempre te escapas como el ahora puro.
Ojalá estuvieras realmente. Pero aquí radica precisamente tu magia: ser y no ser al mismo tiempo.

martes, 26 de marzo de 2019

Acordes de Soledad


Mirando a la sierra,
Desde el balcón. Bebiendo
Una cerveza con tequila.
Fumando todo
lo fumable.
El humo en volutas hace sonar
Música de otros tiempos.
Lo veo.
Lo veo subiendo escaleras.
Negando sonrisas, aun queriendo…
Rasgar cuerdas no era lo suyo
Pero lo intentó. Juro
Que lo intentó.
Mirar atrás no era una opción
Pero a veces detrás es delante.
Blanco, negro.
Tierra y fuego.
Amor y odio.
Quiero más de lo que puedo
Tengo menos, siempre menos
Pierdo más.
Dicen que más pierde
El que más quiere, y yo intuyo:
Él nunca derramó una lágrima.
No por mí. No para mí.
Hoy anochece, y no busco
Su aliento en l nuca. Su piel
Entre las sábanas
Fue solo volutas de humo
Que se llevó la mañana.
No volveré a verlo pero
Qué importa si el pasado
Me sujeta la frente mientras
Vomito nostalgia.
Siempre detrás. Siempre delante.
Acordes de soledad. 

jueves, 31 de enero de 2019

No quiero escucharte en Nocturno

Cómo iba a ahogarme en un pozo sin fondo de absurdos cánones y formas. Jamás entendí qué quería decir, en ningún momento, cada vez que me acercaba a hablarte después de clase. Esto es la universidad, no el colegio, no el instituto... Las cosas cambian. 
Pero yo no. 
Necesito que haya algo ahí dentro, ahí arriba. Algo que transgreda la norma, que rebase la forma y baile al son de martillo conmigo en el límite. De adentro hacia afuera: siendo. Siendo singular plural. Pero en el vacío los ídolos se precipitan. Se rompen el cuello, y tú recolocas tu máscara. Y yo no soy más. Soy máscara, soy efímera, soy baile, soy música. Pero no soy más. 
Las segundas voces siempre me parecieron mágicas. Pintar la presencia en la ausencia parecía complicado antes de entender a Hopper y Derrida de la mano. Huellas... Solo huellas. Todo es texto, y no hay lugar al cual regresar. Tu secreto siempre será indescifrable.... Por eso es secreto. Por eso es magia y compone. 
Eras y eres tú, pero eres diferente. Ahora y siempre, diferente y limítrofe con tu máscara dorada. Esa que fabriqué para ti. 
No quiero escucharte en Nocturno. Quiero tu melodía taladrándome el sentido en bucle. Siempre supe cómo ser tu Carmen, y tú mi naturaleza muerta. Sin saber, sin quererlo... Sin creerlo, tal vez.  La belleza es irrefutable. 
Gracias por hacerme sentir lo bello más allá del absurdo.
Hasta siempre: 
Carmen