lunes, 22 de junio de 2015

Las puertas del tiempo

Noté en su voz cierto deje derechista que me estremeció. El tiempo lo empujó hacia el centro, la socialdemocracia, y luego me confundió. Aquella relación amor-odio con el liberalismo bailaba atractivamente tras sus palabras sospechosamente sosegadas. Tanto adverbio me llena la cabeza de paja matizante... 

El calor es asfixiante cuando, después de una semana, subo la escalera. Las paredes serán pintadas en poco tiempo. Vendrá bien para tapar las manchas de todo el año, y no solo hablo de las físicas. Pero en este pasillo todo es ladrillo, así que el cambio no afectará. El cambio... Mi frase en La Ola. El panfleto de Ciudadanos en mi libro de Economía desde hace meses. Es increíble cómo una palabra puede llegar a significar tanto a la vez. 
La Ola... Tantos recreos sacrificados por elaborar el guion, repartir papeles, ensayar y filmar. Tantas discusiones y acuerdos imprescindibles para sacar tres segundos de rodaje adelante. Sin embargo en el mundo del cine tres segundos lo son todo, porque en cada uno se puede cimentar o destruir un mundo. Eso nos lo enseñó Dee Dee y desde entonces una lo lleva grabado a fuego y lo cumple como una especie de dogma. Por ello la culpabilidad me invade cuando no adopto la filosofía cinematográfica y dejo el tiempo pasar sin construir realidades a cada segundo. 

El departamento de Historia está cerrado con llave, como un cofre del tesoro. El de Física y Naturales tiene la puerta abierta de par en par, pero dentro no hay nadie, a diferencia del de Matemáticas: entornado y ocupado, y de los de Inglés y Lengua no merece la pena hablar. Continúo caminando hasta el final del pasillo y me encuentro de frente con la última puerta. <<FILOSOFÍA>>. Las letras del cartel permanecen estáticas desde que este fue colocado sin importar cuántos años y cuántas personas han pasado y pasarán por allí. Fijas e inamovibles al tiempo. Tomo valor y la cantidad de aire justa para abastecer mis pulmones ardientes. Valor, Esther. Una vez aquí los arrepentimientos no tienen lugar. Y al fin llamo a la puerta...