sábado, 29 de junio de 2019

Anoche hablé con Bonnie Tyler en la puerta de un bar


            El mayor temor es una hoja en blanco. Siempre pensé que volar no ha de ser tan difícil como lo pintan. Sin embargo, últimamente las cosas cambian a mi alrededor a un ritmo que asusta. Asusta como un libro inacabado; un capítulo sin cerrar.
            Parece que escribir ahora me es complicado… Hasta de esto llega a estar privado el ser humano. Su vida, su alma, no siempre pueden ser plasmadas más allá del fondo de la botella. Como el esclavo, el enamorado ahoga sus penas en un vaso. Solo así, sola con mis pensamientos y un par de Martinis encuentro las palabras donde un día escribí poemas y prosas, pinté cuadros, creé caminos. Pero los animales del bosque devoraron mis miguitas de pan, y ahora no encuentro la forma de llegar a casa.
            Fue aquella noche, entre brumas y horizontes. Tequila barato y trazas de azufre. Sufrías por amor y estallaste en lujuria. Sigo siendo experta en reservar la última palabra para una discusión que nunca acaba como querría. Desde el principio; hasta el final. Siempre me quedo en el portal. Siempre en busca de nuevas historias sin principio ni final. Siempre intentando hacer texto allá donde sólo existe diálogo de locos. Delirios de amores frustrados, mejillas coloradas, pupilas dilatadas y náuseas de madrugada.
            Cuando la ciudad duerme sus demonios salen a bailar bajo la lluvia de estrellas, campan a sus anchas por las grandes avenidas. Melenas despeinadas; miradas tatuadas. Luces de neón despiertan en las barras pegajosas. ¿Acaso alguien entiende el frenesí de un beso? Una canción favorita que se repite en las discotecas nunca pudo hablar más claro. Desde entonces no soy capaz de apagar la radio. Que suene y resuene bien fuerte: nothing I can say, total eclipse of the heart.

viernes, 7 de junio de 2019

Cigarrillos, copas y miradas condensadas

No ha sido fácil volver a bailar debajo de la lluvia. 
Recuerdo un paraguas rojo. Común, comprado en cualquier Todo a 100 cercano. Barato, como los pulmones ahumados. No supe que fumabas hasta aquella noche de verano. 
Cigarrillos, copas y miradas condensadas: todo lo ocultaron. Había un concierto de rock en el local. Cantamos, saltamos y brindamos por lo desconocido y, por dios, qué bien sabían tus besos a whisky con agua. Guárdame el secreto... 
En la calle dos gatos peleaban; vendían sus bigotes al mejor postor. Una chica se acercó pidiendo fuego y nos guiñó un ojo. Imagino que no era la primera a quien llevabas por allí. Pero entonces no lo veía... Solo quería mirar las estrellas. Desoí toda advertencia: cuidado con el amor contaminado. Quizá no hoy, ni mañana, pero algún día la falta de correspondencia te pasará factura. Ya no habrá más mensajes que esperar, ni más noches que desear en sueños. 
Pasó demasiado tiempo. Pedí tantas veces la última canción que terminé con el cupo de plegarias. Soplé tantas velas que hice de la vida un rito de adoración al final de mi vida. Y no lo merecía. Nunca lo merecí. Ni tú tampoco. Hace años te escribía cosas mejores. No lo siento, No hay motivo por el cual pedir perdón. 

A veces, cuando llueve, todavía pienso en tus ojos de ceniza y en mi paraguas rojo. Puede que en realidad lo dejase a propósito olvidado en tu coche. Ahora puedo decirlo sin miedo. Nunca perdí la esperanza de poder recuperarlo al día siguiente. Solo que ya hace muchos días de eso.