viernes, 26 de febrero de 2016

Otro viernes cualquiera

Llueve. Ha pasado mucho tiempo desde que la primera gota de agua rozó el suelo: horas, días, semanas, meses... Años. Y aún sigue lloviendo. 
He pasado horas y horas encerrada en esta habitación. Tantas como para llegar a odiarla. Quince horas por día y noche durante semanas, nada menos, sepultada entre flexo y apuntes. Debería estar harta... Lo estoy. Pero esta tarde necesito cobijarme entre sus paredes, bajo las mantas y entre mis sueños. 
Un libro en la mano, esa era la única compañía que necesitaba para olvidar. Sin embargo esta vez la estantería literaria no podría ayudarme, pues de cada tres, uno es de ella, viene de ella, o está ligado a ella de alguna forma. Hasta el olor a páginas ambaradas por el tiempo me recuerda a ella. 
Ojalá nada hubiese pasado. Ojalá pudiera despertar y darme cuenta de que todo fue una simple pesadilla. Ojalá... 
Ahora, en la única base que puedo sostenerme es la efeméride, y en esta, hoy, te necesito aquí. En mi cama, fuera de mis sueños. Arrópame de cariño y sálvame... Sálvame de mis miedos. Igual que lo hiciste aquel día. Igual que haces desde hace años. 

sábado, 20 de febrero de 2016

Veintiún folios destrozados

Llevo más de tres semanas sin escribir una sola letra con sentido, o con la mínima carga sensible, sentimental, que la convierta en algo más que una amalgama de tipografía y fonema. Más de tres semanas limitando mi actuación a comentar textos de escritores ajenos que están muy lejos de mi alcance. Y el motivo no serán las ganas, desde luego, porque mentiría si dijera que no lo he intentado cada noche hasta que el sueño gana la batalla a la desesperante (o más bien, desesperada) vigilia literaria. 
Veintiún folios —ni uno más— destrozados de palabras inertes que no supieron insuflarme vida ni arrancármela al emanar y desembocar en mi mente. Veintiún folios que buscaban plasmarte por primera vez desde tiempos que ya no recuerdo quedaron amordazados por ideas sueltas en algún rincón de mi memoria. Naturalezas simples, naturalezas muertas que todo hombre o mujer podría llegar a comprender. Porque, por mucho que algunos sostengan lo contrario, los hombres intuyen cada suspiro de los labios adecuados...

El resto lo limito a tu alcance, en el sentido más estricto de la palabra. Hazme apta en tus pensamientos y comprenderás, sin palabras, lo mucho que me queda por decir.