En cualquier caso no hay lugar para las quejas, pues de los cuatro propósitos he logrado cumplir tres (el de adelgazar lo doy por imposible, y más en estas fechas), y aparte otro gran logro que no esperaba: superar mi miedo a los perros, gracias a (o por culpa de) Bigui.
1. Aprender inglés. El 17 de octubre me examiné del PET, y un mes después me anunciaron que había aprobado, con mención, un 87% de aciertos. Y por ello tengo que dar las gracias a mi maestro, que no profesor, porque además de incrementar mi nivel, mi soltura y mi vocabulario, en gran parte me amaestró en el arte de la vida. Me hiciste más tolerante, Jaime, y aquí está la referencia que te prometí, aunque un poco tardía, sí, y por eso te pido perdón.
2. Conocernos. Y nada más que añadir.
3. Ser feliz. A pesar de muchas cosas, lo he conseguido. Sé que se puede renacer, quizá de absolutamente todo, incluyendo la muerte. Porque hay muchas formas de morir, y la peor no es la que te lleva bajo tierra.
Me parece innecesario repetir por enésima ve las palabras que ya he compartido en privado con los más allegados. Pero de todos los nombres que han llenado mis últimos 365 días, hay uno que destaca, que sobresale, que no puede quedarse sin mencionar, y con él termino este insustancial escrito. Cristina.
Feliz fin de año, y que prospere el siguiente.