lunes, 25 de mayo de 2015

Monotonía de ver la vida pasar

Cada mañana me pregunto si es natural que a mis diecisiete años el vacío de mi mente y la tristeza de mi espíritu rocen lo trascendental. Porque esta torturada no soy yo. Porque no me reconozco al volver a casa. Me miro al espejo y me encuentro desfigurada.
Trago sin ganas, porque todo me sabe a humo y pólvora. Me encierro en la monótona estadística; me escondo en la obra cervantina;  me refugio entre las mantas, en los versos de García Lorca y en los cuadros de Dalí. Sueño que desaparezco y solo al hallarme  sola con mis pensamientos, sin terceros, ni luz, ni vida, me siento libre.
Bajo el agua araño mi piel con gel y esponja para arrancarme los malos sentimientos, ahogar la negatividad y normalizar mis rarezas, quedando limpia, común, tolerable para el mundo. Cierro la puerta con llave y cerrojos a fin de que no entre la soledad, que rechaza toda compañía salvo la mía. Déjame tranquila.
En el infierno no conceden licencias: hablar, reír, llorar, sentir… Vivir ¿Qué es vivir, si nada está permitido? Precisamente eso: nada. 

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