martes, 8 de septiembre de 2015

Acotados, lejos de nuestras metas... Solo porque es lo que buscan los de arriba.

Si realmente se quiere ir más allá, llegar lejos, dejar de ser un mero aficionado y alcanzar la maestría en cualquier arte vital, es necesario sobrepasar todos los límites que pretendan frenarnos. No queda otra. Romper con todo, con las inseguridades, jugar a ganar y ser fuerte. Incluso acabar con las barreras físicas del cuerpo y la mente. 
Alguien me dijo una vez que mi única obligación como persona racional y libre es llegar a ser lo que quiera ser, siempre y cuando mis elecciones no perjudiquen a terceros. Quizá sea por lo que aquella persona representaba para mí, no lo sé, pero sus palabras se quedaron grabadas a fuego en mi conciencia y, desde entonces, trato rigurosamente de cumplir la promesa que me hice de ser yo misma y luchar por mis sueños hasta cumplirlos. 
Lo tenía todo previsto. Apostaría todo lo que tengo a una sola baza y dejaría de agarrarme a la probabilidad, al miedo estadístico, al resguardo... Y olvidé que la única máxima que siempre, SIEMPRE, se cumple es que si los planes pueden torcerse, ocurrirá. Y es que en esta vida las cosas nunca salen exactamente como uno quiere. 
Sin embargo, ¿para qué engañarnos? Esta vez podría haber sucedido lo contrario. Mi futuro próximo estaba en mis manos. Podía tocarlo  y saborearlo, podía dejarme llevar por él, caer en sus garras para siempre —de muy buena gana— y no dejarlo escapar nunca más. No obstante el Yo soy yo y mi circunstancia que dictó el gran Ortega y Gasset también es una máxima que se hace efecto indiscutiblemente. Yo soy yo: Esther. Pero no sólo soy Esther; soy Esther, que vive en un pueblo perdido de la mancha conquense, donde probablemente haya más gatos callejeros que habitantes, el cual no tiene más comunicación con el mundo exterior que los vehículos privados de cada familia —eso y la imaginación, para quien la tenga—, además de otras cargas personales que no vienen al caso. Y esa circunstancia —la mía— sumada al hecho de que los tiempos cambian y los gobernantes han decidido que es hora de aplacar los cambios y la divagación de ideas de una vez, han convertido mi futuro, como un mero tiempo verbal, en condición. Ningún gobierno debería tener el poder de condicionar nuestras metas. 
Por suerte o por desgracia, yo me siento atraída por las humanidades en la teoría y la práctica. Pero, por supuesto, esa no es la práctica que ellos desean. Necesitan personas preparadas para programar, planificar... cosas que, como ya he dicho, no suelen salir exactamente como dicta nuestra voluntad... Y aquí estoy yo: alejada de mi historia, de mis artes, de mis sueños, solo por lo que mi naturaleza magnética ha elegido por mí.Pero, ¿qué estoy diciendo? Yo he decidido tomar el camino que me llama en lugar de seguir las directrices de cualquier otro sujeto ajeno a mí, por mucho que este pueda hacer o deshacer a mi alrededor. Si mi mente artística fuera científica, matemática, calculadora... otro gallo cantaría, como ya he podido comprobar.

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