Hacía meses que no pensaba en ti.
Tu risa se había marchitado en mis tímpanos,
tu mirada cálida luchaba por apartarse de mí
y tu voz susurrante calló para siempre
ahogando todas aquellas palabras de amor.
Sabía que de nada servía agarrarse
a ningún clavo del pasado,
ni arrojarse al tren de la disculpa,
pasada la Estación de las Últimas Oportunidades
porque, en el fondo, sabía
que ya te habías ido.
Y yo también.
Pero un día mi corazón de telarañas y tinta
despertó buscándote de madrugada.
Y supe que haría lo que hiciera falta
para llegar hasta ti.
Y que todo volvería a tener
el sabor agridulce de tus labios.
Y, otra vez, me equivocaba.
Y otra vez, me obligué a ignorar las estrellas.
Hasta hoy que, cansada de oler amapolas,
busqué aquella fotografía
olvidada en un cajón.
Y observé que el tiempo
aún no nos ha perdonado.
Y esa tal vez sea la cuestión;
que tú y yo, y nuestros corazones
no seamos más
que cuestión de tiempo,
tinta
y papel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario