sábado, 19 de septiembre de 2015

Aspereza de corazón

Llevaba mucho tiempo intentando engañarme a mí misma repitiéndome mil millares de veces en voz alta delante del espejo que te había olvidado. Y fui todo lo estúpida que había que ser para no darse cuenta de que ese mismo hecho, el de haber tomado la determinación de olvidarte y hacerlo, por tanto, conscientemente era precisamente lo que te traía de vuelta.

No hay más ciego que el que no quiere ver, y ahora me pregunto cómo pude estar tan ciega, cómo pude no querer darme cuenta de que seguir ese camino, ese círculo vicioso, sólo me traía aspereza de corazón. Que la solución más simple, la clave, el kit de la cuestión, estaba en aceptar y seguir adelante. Jamás nos reiríamos del mundo juntos a lo Gala y Dalí, sino que, más bien, yo sería aquel desdichado Lorca que pensaba a su amor una y otra vez desde las sombras de unos versos que tal vez él no merecía. Soñando con desintegrarse en una brisa de verano para así rozar su piel.

Entonces vi lo único que yo añoraba de todo aquello, de que lo que realmente buscaba detrás de aquel antes era un simple después. Y así comencé a caminar otra vez entre la bruma hasta encontrar el sendero del que me había extraviado. 

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