La tierra mojada tiene un olor irresistible. Más que irresistible. Una niña
de cabello rubio que está sentada a mi lado agarra un puñado y se lo mete a la
boca. Con una gran sonrisa me ofrece el apetitoso manjar <<¿quieres un
poco?>>. Sus mejillas sonrosadas contrastan con la palidez de su rostro.
Los ojos color caramelo son cálidos y le portan un aire infantil que la hace
parecer más joven de lo que seguramente sea en realidad.
Su vestido blanco de volantes está
manchado por la hierba y el barro, al igual que el área de piel que rodea su
boca. <<¿Quieres un poco?>> Me repite. Mojo entonces la punta de
los dedos en el terreno arcilloso y chupo la tierra tímidamente. <<¡Es
increíble! ¡Sabe a chocolate!>> exclamo. <<¿Ves? Algunas cosas no
son lo que parecen>> me responde la niña.
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