miércoles, 15 de julio de 2015

Acto cuarto

El sonido de unos pequeños pies correteando por la acera recuerda a la lejana infancia. A la inocencia. Por la carretera un coche negro como el carbón le pita a un señor que cruza el paso de cebra corriendo en el último instante, cuando su semáforo ha cambiado a rojo. Rojo como la sangre y el dolor de las rodillas rasgadas. Cuántas veces me riñeron por correr en las aceras de la avenida...
Muchas son las noches que han pasado desde entonces. El mundo me grita que me aparte del pasado, que ya huele a azufre y tierra mojada. Me dicen que sea fuerte, que en eso consiste todo. Que olvide el escenario de una vez y que eche mano del telón. Pero detesto pensar en ti como un ejercicio de resistencia.
Las obras de García Lorca fueron escritas en el pasado. Eso no quita que nosotros lo devolvamos a la vida con nuestras representaciones.

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