lunes, 23 de diciembre de 2019

A las 12 será 1920


He escrito muchos, pero muchos poemas con esta pluma. Qué irónico llamar pluma a un puntero, a la punta de una flecha.  Mi vida es extraña, no lo puedo negar. Siempre ha sido así. Pero últimamente las cosas parecían haber cambiado.
Parece, para mis costumbres, contradictorio estar triste en Navidad. Soy nueva en la experiencia, y la verdad, no me resulta agradable. Oigo voces en la cabeza, entre nostalgia, esperanza y miedo. Aunque eso de la esperanza cada vez lo digo con la boca más pequeña. Lo estoy perdiendo todo…
No me gusta, de repente, el calor de la estufa de leña de casa de mi abuela. No me gusta el olor a horno por la calle, ni las carcajadas de niños pequeños jugando a atraparse. Siempre me entusiasmaron las canciones navideñas, y ahora la primera estrofa me resulta vomitiva. ¿Será porque he estado leyendo a Pablo Neruda, pese a las contraindicaciones?
No lo sé, y por tanto nada puedo decir al respecto. Pero odio mi mundo cuando me siento lejos. Y así me encuentro: aislada y vacía allí donde todos son felices.
Algún día intentaré cortarme las venas con unas tijeras de punta redonda, y saldrá bien.  
Quiero buscar dentro: removerme la vida y las entrañas, los recuerdos… Quiero encontrar aquello que le devuelva el equilibrio a la balanza. Solo mía. Hace mucho tiempo que empecé a colgarme del lado equivocado, y ya no hay quien me asista. Mea culpa, por idiota: feliz e infeliz.
Que se preparen la Bolsa y el mundo. Los Felices Años 20 han vuelto.

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