domingo, 20 de abril de 2014

La habitación de los espejos

Las calles empapadas por la lluvia me recuerdan a esas enormes salas de espejos en las que los bailarines de ballet preparan sus representaciones. Hubo un tiempo en el que quisiera haber sido una de ellas. Grácil, delicada y flexible. Tanto que el viento podría haberme arrastrado con él por medio mundo, como si fuese de papel.

Acaba la semana de descanso, en la que el agua ha borrado todo rastro de recuerdo nublado, de noche, de besos y puñaladas. Acaba la semana de sufrimiento y botellas rotas que acaba con alegría. Que para mí supuso la añoranza y la melancolía. 

Ya no abrá éxtasis ni tristezas, ni faltas de primavera nublada que podría o no arruinar el paso de las imágenes. O a los ansiosos de vacaciones aguarles la fiesta. 

Ahora pisaré nuevamente la calle, para quedar reflejada por última vez por los espejos nocturnos. Falta tan poco que casi quiero echar a correr para ganarle espacio al tiempo. Para que acelere un poco más deprisa. Dentro de dos días volveré a la Cueva. Dentro de dos días volveré a quedar enfrentada con mis delirios y mis sueños. Con mi euforia personal, que aparta de mí ese frío extremo al que tanto extraño cuando no está. Del que no me acuerdo cuando ella me invade.

                                                                                                        —Reven

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