miércoles, 23 de abril de 2014

Cuento del día de Sant Jordi: Un libro y una rosa



<<Barcelona, 23 de abril de 1876
Querida María:
Te ruego que perdones todo el tiempo que ha pasado desde mi última carta .En estos tiempos que corren el viento parece no soplar a mi favor. Aprovecho este momento en el que mi padre ha salido a comprar tabaco para escribirte. De lo contrario me vería obligada a hacerlo a escondidas, como siempre. Por mucho que lo intente jamás comprenderé por qué a Dios habría de disgustarle que escriba con la mano izquierda.
Rezo porque las siguientes palabras jamás lleguen a sus manos, pues no sé qué desgracias desencadenarían. Querida amiga, deseo contarte una historia de la que jamás creí poder formar parte.
Cada año, el día de Sant Jordi, me asomo a la ventana y aspiro el olor a rosas frescas que de la tierra brota. Desde ahí veo la felicidad en los rostros de las jóvenes enamoradas que reciben las hermosas flores a cambio de pedazos de arte encerrados en libros.  Siempre soñé con llegar a formar parte de ellas algún día… Hoy se ha cumplido mi sueño.
Esta mañana fingí un catarro para que mi padre me permitiera quedarme en reposo en la cama en lugar de ir a misa. No podría perderme mi más adorada tradición. Esta vez decidí salir a la puerta para contemplar a las parejas más de cerca.
Al abrir la puerta, sin quererlo siquiera, he desviado la vista al suelo, y mi mirada ha sido sorprendida por el resplandor de una rosa de un rojo tan vivo que paría sangre. Al recogerla mi dedo índice ha quedado atravesado por una espina, y el color emergido lo ha hecho parecer un pétalo derramado de la corola de la flor.
Levanté los ojos y encontré la mano tendida de un muchacho moreno que me ofrecía un pañuelo. Asustada regresé dentro a trompicones, cerrando la puerta tras de mí. Entonces, al ver mi libro favorito, Jane Eyre, de la autora Charlotte Bronté, encima del aparador de la cocina, recordé el sueño de mi vida. Lo cogí y salí de nuevo para dejarme curar. No puedo creer que le haya regalado a un extraño mi mayor tesoro. Tal vez no me haya equivocado. Quizá haya merecido la pena. 
Sea como sea prometo que tú serás la primera persona en saberlo. Y, si el Señor quiere, también la única. Espero tu respuesta pronto.
Con todo mi afecto:
                                                                                                                            Martina >>

Juan murió hace dos meses. Hoy recuerdo con tristeza aquella carta que envié a mi amiga de la infancia. Como antaño, esta mañana me asomé a la ventana y, con todas mis fuerzas, intenté volver a verlo llegar con la rosa detrás de la oreja, como hacía cada día de Sant Jordi.
Me sereno bebiendo café recién hecho (recién molido) en su taza de hojalata y acaricio las hojas secas y aplastadas de aquel primer regalo. Aquel que conservé dentro de las páginas de cualquier libro, cuyo título olvidé hace tiempo.

                                                                                                                           —Reven

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