martes, 27 de diciembre de 2016

Un reflejo de Cirene

Estoy cansada de mirar por la ventana y no ver más que cielo sin sentido. Las estrellas son todo cuanto añoraba de aquí. Pero ahora me doy cuenta de que sólo son borbotones de fuego que arden a millones de distancias de aquí. Algunas viven aún, y otras... Otras se extinguieron hace tanto que el universo ya ni siquiera lo recuerda. Algunas están tan muertas que incluso tú podrías infundirles vida. Tan muertas como tú y yo. 
Estoy cansada de cerrar la puerta sin motivo y abrirla por el mero hecho de estar cerrada. Abrirla, sin más. Cerrar los ojos y no ver nada es lo que intento. No ver nada en el fondo de la oscuridad rojiza como tus ojos. Y eso es precisamente lo que veo: el fondo de tus pupilas, que me desrazona y emotiviza en bucle. 
La razón sólo aniquila tendencias cuando la segunda persona entra en juego. Cuando apuestas y ganas; cuando ganas y pierdes. A fin de cuentas, la emoción fluye: el caballo negro siempre termina por ganar el forcejeo de pasiones. Y la pasión a veces adicciona. 

Si tuvieras que marcharte un día, de repente, en mitad de la noche, salir huyendo sin poder volver, y sólo pudieras llevar contigo aquello con lo que pudieras cargar, a hombros o en brazos, o a aquel que estuviera dispuesto a acompañarte, siempre y cuando corriese a tu misma velocidad... ¿Qué escogerías?
Qué te acompañaría para siempre, por encima de lo material. A qué consagrarías ese pequeño pedacito de propiedad que te quedara, sin permitir que te cause dependencia. De qué dependería tu afiliación, si estuvieras condicionado, si tuvieras que abandonarlo en el momento en que creyeras que estás empezando a echarlo de menos. 

Jugar con el lenguaje me mantiene cuerda. Viva luchar a muerte con y contra la razón. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario