sábado, 16 de julio de 2016

Lágrimas de acero

Un galeón en tierra de toneladas de acero se acerca por el raíl a mi parada, aunque vaya a dejarlo pasar. El roce de las vías atruena y tambalea la enteridad del subsuelo, y yo me quedo paralizada con el miedo arraigado, en su lucha eterna con mi lado temerario. Como lo hacen esas amalgamas de yerbajos que echan raíces y crecen en los estériles montones de piedras.  Por qué serás tan puta... Y yo tan cobarde. Sería tan fácil hacer las cosas cambiar. De repente. De repente y de forma irreversible.  Un paso al frente, eso es todo. Un paso al frente y se acabó. Un golpe seco y uniforme que desparrame mi sustancia y embadurne el andén. Pero entonces sus ojos afloran en mi mente. Esa mirada oscura que me hace perder el sentido me devuelve la cordura, y dejo pasar el tren, con el corazón acelerado. Hubiera sido tan fácil dejar de sentir, que hasta duele. Duele no haberlo hecho, pero más duele su sonrisa. Ya no tengo fuerzas para esperar al siguiente. 
No es un buen día para morir.

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