domingo, 22 de diciembre de 2013

El pasillo de la cueva de Neuschwanstein

Cada mañana lo frecuento ansiosa pensando que puedo limitar su ausencia. Cada día cuento las horas que faltan para cruzarme nuevamente con su mirada. 

La amargura desaparece en su totalidad con la aparición de la tranquilidad de su mirada. Y aquí me encuentro hoy, abandonada a la intemperie del dolor, creyéndome perdida por momentos, desvariando y delirando sin hallar consuelo. Añoro la dulzura que de su voz profunda. Extraño en mis noches lóbregas inundadas de recuerdos el palpitar de sus pupilas. El edulcorante capaz de dilatar las mías. 

"Apoyado frente mi puerta vecina. Mirada al infinito. Mi corazón se contrae y se dilata al ritmo de aquellas palabras que sólo él podría pronunciar. <<Quiero acercarme>>, pensé. Aunque entonces ya supiera que él era como el fuego."

                                                                                                             —Reven

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