sábado, 28 de junio de 2014

La Gran Guerra


El tiempo de espera ha terminado, o eso parece. No obstante esto  ha cambiado en su totalidad, a la vista de todos, como mínimo. Hace meses yo seguía confiando ciegamente en el universo, sin pensar en el riesgo. Ya todo me ha dado la espalda.
Como si el asunto hubiese comenzado cien años atrás. Entonces Gavrilo Princip asesinó al archiduque austrohúngaro y a su mujer. Y comenzó la terrible Gran Guerra. Europa ya no pudo escapar. Y creo que yo tampoco. 

miércoles, 25 de junio de 2014

Otro viaje

Levantarse a las seis de la mañana en pleno verano –así se empeñan en llamarlo–, recién cogidas las vacaciones, para subir a un coche y pasar toda la mañana de acá para allá debe ser síntoma de algo gordo. Algo muy gordo. Quiero a mi hermana y no me gusta dejarla sola cuando tiene que viajar, qué se le va a hacer.
La lluvia tras los cristales me recuerda a otro tiempo, a otro lugar. Ese tiempo para otras cosas, para otras personas, para otra mentalidad. Ese lugar donde el conocimiento del mismo era inferior, donde no supe apreciar enteramente el suelo que pisaba. Pero lo intenté. Juro que lo intenté. Aquella Francia desprovista de su coraza y de su esencia, donde sólo veía la sombra de cualquier catedral, los trazos de cualquier pincel.
Hoy, mañana y siempre parecerá amanecer, allá a lo lejos, donde nace y muere Bayona. Donde cada día despierta arropado por las nubes. Y en cada nube flota el espesor del ayer.

martes, 24 de junio de 2014

Breve Historia de España

Anoche me despertó el estruendo de la lluvia golpeando los cristales y el tejado. Los truenos acompasaban aquella fría melodía principal, y los rayos formaban el escenario perfecto de la obra. 
La agitación del repentino despertar me sacudió y, de manera instintiva, agarré la suma de sábana y edredón que todavía, en pleno verano, me arropan cuando reinan las estrellas. Como una niña asustada que abraza su propio torso a fin de propinarse consuelo, pienso en el frío y seguro invierno para abolir la soledad. Y entre sueños vuelvo a notar su caricia en mi pelo. En el único sitio donde ahora puedo estar a su lado. 

Por la mañana trato de analizar la Sonatina de Rubén Darío después del desayuno. Sobre la mesa veo el libro Breve Historia de España que estuve leyendo anoche —608 páginas de brevedad—. Es curioso cómo todo puede cambiar de manera tan radical en un tiempo relativamente corto. Recuerdo que cuando cursaba 1º de la ESO detestaba las Ciencias Sociales. No obstante, cuando se marcharon Nieto y la Terry (que sustituyó a Nieto cuando este se pilló la baja), todo cambió. 
En 2º de la ESO llegó la dulce y bella Macarena (la mejor tutora que he tenido hasta ahora). Sospecho que fue ahí cuando empezó todo. Fue entonces cuando descubrí la parte teórica del Arte, y quedé prendada de ella, al igual que pasó con la Historia en mi primer contacto con ella. 
Cuando su niño nació ella tuvo que irse, como es natural. A cambio llegó el gran Antonio Bernal, que era igualmente un hombre agradable. El hombre, como vio que una servidora no tocaba el suelo al sentarse en la silla, me regaló una caja de madera, la cual fue cargada con la responsabilidad de elevar el suelo hasta mis pies. Me pidió que la decorara a mi gusto y que ésta sirviera como recuerdo suyo cuando dejáramos de vernos. Y así viene siendo desde entonces. 
Con la llegada de 3º vino también Almudena, quien también nos ha llevado durante este año. Sus clases supusieron mi reconciliación definitiva con la asignatura, después de un primer curso sombrío. Pero eso no es todo. En sus palabras encontré mi gran vocación, mi amor por la Historia (la Geografía es caso aparte. Igualmente me fascina, pero resulta ser munición de menor calibre). Y con ella y Fernando llegó El Prado. Dicha queda toda alabanza con esto. 

Por la tarde una instancia de Paula llega en forma de mensaje de texto. En ella se reiteran sus inminentes deseos insaciados de que me arregle de una vez para salir a tomar algo. A regañadientes interrumpo mi redacción del comentario sin cesar las disculpas hacia Rubén Darío por dejarlo en mantillas, y obedezco. 
Sobre la estantería veo el perfume de color violáceo que bañaba la piel de Macarena. No he vuelto a verla desde que nos presentó a su pequeño. Lo cierto es que la echo de menos, aunque procure no darme cuenta, y me encantaría volver a encontrarla. Sin embargo, si volviera, significaría que Almudena o Fernando se habrían ido, y diría que no compensa. Al menos no por ahora. 
Alargo el brazo para coger el frasco con delicadeza y me impregno de su olor. Cierro los ojos y me tropiezo nuevamente con la imagen de ella con su niño en brazos. Y estallo en lágrimas de ternura.  

Carta 1ª:

 A la atención del autor:

Jamás sabré si usted ha vuelto a pasarse por aquí durante todos estos meses, ni si volverá a hacerlo tarde o temprano. No obstante aquí constará mi parecer sobre su constestación a mis reseñas. 

A ojos de cualquiera soy solamente un alguien desacompasado con su tiempo, con su edad y con la mentalidad que supuestamente debería poder atribuírsele. Esto puede tener o no que ver ahora, pero ¿qué importa eso realmente? Se trata simplemente de un hecho verídico que usted mismo viene pudiendo comprobar desde tiempos inmemorables. 
 
Como bien especifica, el truco de todo consiste en su naturaleza. En la llama que nace en usu interior y lo abrasa sin piedad con deliberio e inspiración. Y aquí reside la autenticidad sobre la existencia de un único autor. Así será para siempre. 

Tal vez la creación de ideales sobre su persona que se me apodera se deba justamente a esto. A que su fuego también me queda. También yo dejaré esto último a libre interpretación. 

Nada más que añadir. Que de sus palabras siga surgiendo la emoción de infinitos amperios.

Queda escrito. 

Una supuesta señorita: E.M.

viernes, 20 de junio de 2014

Las tierras del oro.

Esta mañana salí de casa con las sandalias y el vestido, así podría combatir el calor. Dejándome abrazar por el viento, desciendo la Calle Mayor hacia la plaza, de camino al autobús.
En clase jugamos al Trivial con Hester, en clase de Historia. La última clase de Historia. Reímos con suposiciones y respuestas falsas, algunas ridículas, otras que bien podrían guardar cierta semejanza lógica paralela a la realidad. Toca el timbre y bajo todo lo rápido que me dan las piernas en busca de Johnny. No puedo irme de aquí sin despedirme de él. Después de todo.
Me aferro con las uñas a los últimos instantes que me quedan aquí, no quiero que todo esto termine. No debería terminar. Pero ya es tarde. Demasiado tarde.
Ahora estoy en el coche, camino a Valencia. Rodeada de tierra, campos de cebada (cebá, en términos agroambientales),  frente a la carretera, me pierdo en el horizonte de un paisaje cualquiera. Lejos del calor sofocante y el frío invernal de la cueva.

jueves, 19 de junio de 2014

Jueves, 19 de junio

En un nuevo día soleado de fin de primavera despierto de manera puramente intuitiva a las nueve y veinte de la mañana. Anoche me acosté tarde viendo una película, Hindenburg, o más bien lo intenté, porque me pasé la mitad dormitando y dando cabezadas. No por aburrimiento, lo juro, simplemente se debía a las horas de sueño que durante el resto de la semana vengo echando en falta. Sea como sea, el caso es que he conseguido ponerme en pie. La ocasión lo merecía. 

Como digo un fuerte motivo me obligaba a arrancar las sábanas de mi piel, con la que parece fundirse cada mañana en la que la debida asistencia al instituto no la motiva a ser deslizante. Esta mañana, allá en la capital, tenía lugar la proclamación del Borbón heredero del trono, el nuevo rey: Felipe VI. Qué decir tiene, como amante de la Historia estos acontecimientos me pierden. 

Desfile militar, saludos, juramento, proclamación, discurso. Llegada al Palacio Real. De alguna forma ese mundo me une con un pasado que cada vez se aleja más, y ya no hay retorno posible. Solo puedo regresar cuando observo maravillada los cuadros de reyes y reinas, y la corona. Ajena a toda opinión política. 

Felipe sale al balcón seguido por Letizia, que camina unos pasos por detrás, y sus hijas. <<Pero en seguida lo alcanza y vuelve a abrazar a su rey>>. Lloro y a la vez sonrío, como cuando era niña.

Sin embargo en aquel entonces aún estaba incompleta, a pesar de no poder sentir todavía la pesadez del vacío. Eso, por suerte o por desgracia, no llegó hasta bastantes años después, cuando ya había confiado en todo. Cuando todo me había dado la espalda. 

Sentía que me faltaba algo, pero nunca supe de qué se trataba. Hasta que tuve sed. Entonces comencé a leer y ya no pude parar.

lunes, 16 de junio de 2014

Perestroika

«Veo que no hemos perdido el tiempo (…)» apuntaba Dativo en respuesta a aquel comentario que escribí. Aquel que, en lugar de entregar, compartí. 
El tiempo que nos queda entre estas paredes puede medirse en momentos. No puedo evitar pensar en todo lo que quedará durante meses encerrado aquí, cogiendo polvo, descomponiéndome con su ausencia. El silencio de la noche estremecerá cada sombra que oculte mis tambaleantes y ahogados recuerdos. Entre los ladrillos, en las esquinas (en Crisálidas, concretamente), en la cueva,  en el despacho de Godoy, detrás de las puertas... Suspendida me hallaré en el aire, sostenida únicamente por aquel arnés del que el Instructor me colgó en cierta ocasión.
Me niego a pensar en horas,  pues de tal modo terminaré por romperme. Por quebrarme con la fragilidad de un suspiro.

viernes, 13 de junio de 2014

Tiempo de descuento

Regreso a aquel lugar donde un día (me parece que fue ayer) le escribía mensajes de texto a María en un lenguaje propio de eruditos. Me hizo la mitad de gracia que a Johnny, que sí lo entendía. La última mirada cómplice de los adláteres en busca de alguna efeméride me estremeció.

Hoy estoy aquí, a pocos metros del hepicentro, en el concurrido centro urbano de "Treyun", como lo llaman en el pueblo de Elena Galán. Hace un calor de mil demonios, más que ayer, a las cinco o seis de la tarde.

Paula nos convocó en el lugar señalado a hora punta, a las nueve, creo recordar. Tengo hambre, por Dios ¡qué sofocón! Lalu está sentada en la otra punta y no puedo comentarle mi jugadón de esta mañana ( está muy ocupada con el España-Holanda, asunto de vital importancia).  Huele a vainilla y no requiere.

Tengo las manos llenas de grasa por el pincho –tortilla. Exquisita, por cierto–. Las putas servilletas ensucian más de lo que limpian. Veremos cuando vuelvan los brasileños. Entonces será otro cantar.

jueves, 12 de junio de 2014

12 de junio (Otro jueves cualquiera)

A veces un gesto, una imagen, un simple suspiro, vale más que mil palabras. Otras la cuestión está en tranquilizarse. ¡Qué demonios! En aprender a dejar de temblar. 

La parte buena de todo es que lo malo siempre tiene un final, que siempre podemos encontrar la luz al final del túnel. Lo jodido del asunto llega cuando las cosas buenas culminan. Es espeluznante. Pero aún lo es más si lo que yo considero bueno para el resto de la humanidad es la peor carnicería que haya podido tener lugar en el mismísimo averno. Y aún lo es más si las virtudes que el mundo siempre encuentra en un deshilachado y mugriento mañana, para mí no son más que eso. Un deshilachado interlineado que un mal autor no supo sobrellevar. 

Me inclino por la agonía eterna del mundo, que resulta ser para mí el delirio supremo. La encarnación del ayer que hoy amenaza con alejarse hasta dentro de un tiempo tan leja que ni siquiera puede verse, que jamás transcurre. Que me deja congelada en la angustia bajo un bochornoso sol de verano.


PD.: Los cubitos de hielo invencibles me sostendrán hasta nuevo aviso.

martes, 10 de junio de 2014

Caminos



<<Caminante, no hay camino, se hace camino al andar>>. 
                                                                 A. Machado

Me gusta salir a caminar por cualquier camino de detrás del pueblo, sin saber adónde lleva. Me permite pensar con libertad, especular sobre las mil historias que pudieron acontecer, de las que girasoles, sol, tierra y viento fueron testigos, o inventarme otras nuevas. No alcanzo a entender cómo, pero siempre regreso al punto de partida, como si nunca me hubiera ido. Como si el camino no llevara a ninguna parte.

Me gusta discutir con Lalu mientras paseamos por aquellos senderos perdidos que, si no existen, rápidamente los inventamos. Me gusta escuchar y tratar de comprender, hacerme escuchar y que ella me entienda. Puede que no siempre compartamos la misma opinión —de hecho ambas somos bastante egoístas y acaparadoras en ese sentido—, pero siempre considero a un buen debate constructivo. Nadie juzga a nadie por su forma de pensar, sino que esta se olvida cuando las primeras casas regresan. 

Cuando Paula y mi hermano nos acompañan el éxtasis muta. Entonces desechamos los caminos y hacemos campo através. Entonces las espigas nos tragan a los destellos de cada atardecer, y los árboles me abrigan cuando me abrazo a sus ramas por miedo a caer. Entonces siento que me mece el tiempo, que lo cercano se ha largado y que puedo palpar la distancia.

viernes, 6 de junio de 2014

De defensa: hormonal y estructural

Cierto día bajaba a Educación Física, un jueves a tercera, sí. La mochila tenía un asa más larga que la otra y, a consecuencia, avanzaba molesta. Lo raro es que no llevaba ropa de deporte. No sé. El caso es que en la puerta del laboratorio de Biología se oían reproches y lamentos a un volumen lo suficientemente alto como para captar mi atención.

Dejando atrás el tiro de escaleras me aproximé a la zona cero. Por curiosidad, simplemente. O qué sé yo; ¿y si estaba pasando algo? Una alumna de 2º de la ESO le replicaba a su profesor de Ciencias Naturales (que es el mío de Biología) el haberle puesto una amonestación a su juicio inmerecida. En ver que allí no se me había perdido nada hice ademán de volver sobre mis pasos, pero un golpe seco contra María me recordó que teníamos clase en el laboratorio. 

Resulta que era lunes. Hacía un momento que la mochila se me había enganchado en el respaldo de la silla. Caminaba sin saber adónde iba, ni de dónde venía. Todo encaja. En cuanto sonó el timbre subí y bajé de nuevo, a la esquina de Crisálidas.

martes, 3 de junio de 2014

Ahora un nuevo aniversario

Hoy pienso en tantas cosas que me estremezco al reparar en los pocos días que me quedan en la cueva.

lunes, 2 de junio de 2014

Bayona (1807)

Hoy es un día importante. Importante para todo.

Esta mañana bajaba con tiempo a la parada de autobús (lo juro). Esta mañana he podido permitirme incluso aminorar la marcha para esperar a un alumno de mi pueblo que va a 1º de Bachillerato (de Ciencias, aunque no estoy segura de que tenga claro qué hacer después) y saludar a las mujeres madrugadoras de la plaza las cuales aguardan pacientes a que el frutero despliegue su tenderete y así llevarse las mejores piezas en venta.  

El mercado se había extendido más de lo habitual, había puestos hasta casi la mitad de la Calle Mayor. Como siempre, avanzo esquivando cajas y barrotes desperdigados por todo el suelo, solo que más tranquilamente ("Hoy tengo tiempo"). Una leve sacudida de aire me revuelve el pelo y, no sé por qué, me hace girar la cabeza 90º a la derecha. Estudio la bandera roja y amarilla deshilachada mecida por el viento unos instantes y al fin la dejo atrás. 

A cuarta hora me sorprende un extraño examen de Ética: breve y conciso como jamás los he visto. Pero, claro, la cosa tenía truco... Me explayo en la segunda pregunta. Contesto todo lo que llevo en mente, todo lo que soy capaz de procesar y aplicar a la práctica. Y al terminar el profesor dice que no era necesario tanto, que no sabe si podrá dármelo por bueno. "Pero si yo lo he..." qué más da. 

 Después dos compañeras me abordan para hacerme mil preguntas que ni siquiera entiendo sobre el viaje de fin de curso del año que viene. Como muchas otras veces suelto respuestas que elijo al azar. Ellas parecen satisfechas. Johnny cruza el pasillo y nos saluda (creo que tiene clase en 2º de Ciencias). Héster aparece de repente en la puerta de la cueva y me acerco a ella. La verdad es que ya no recuerdo de qué hemos estado hablando. 

En clase de Lengua: literatura de la posguerra. Bien.

De vuelta a casa, Lalu me comenta las posibles semejanzas entre los dirigentes políticos españoles y los dictadores del siglo XX (extrema derecha = fascismo, extrema izquierda = comunismo). No estoy segura de cómo la conversación ha llegado hasta estos límites. Decido terminarla. Vale, la mayoría de honrados lo justo, pero tampoco creo que merezcan tales insultos. Al menos de momento. Vamos, que no se puede hablar...

Dos idiotas, porque no se les puede llamar de otra forma, se meten con un compañero de clase. Qué se le va a hacer, los niñatos se creen superiores por nada. Suelto una borriquería que no escribiré, pues no me siento orgullosa de ello, y me largo. 

Sobre mi mesa descansan dos de mis libros del año que viene: Historia del Mundo Contemporáneo y Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales. Son muy gordos. Los hojeo (u ojeo) y veo cosas que me resultan raras, como jeroglíficos enigmáticos que nadie hasta ahora ha podido resolver. Justo por eso me atrae, porque es difícil, y la dificultad me excita. Me recuerdan a la Piedra de Rosetta, a Napoleón, a Carlos IV, a José I, a Goya y a un tal Fernando.

Termina una época, la realidad, el día a día de España de los últimos treinta y nueve años. Y, como siempre que algo acaba, debe haber un nuevo comienzo. Un comienzo incierto en este caso, confuso, indefinido, expectral. La bandera tricolor ondea en alrededor de sesenta puntos en todo el país. Bandera que siempre defendí, pero que ahora no me inspira la confianza que esperaba.

La fecha de hoy saldrá en los libros de Historia de dentro de años. O, como debería de ser pero no es porque los recortes no lo permiten, en el mío del año que viene. O en el dentro de dos.  

                                                                                                     —Reven

Bayona, 2 de junio de 2014

domingo, 1 de junio de 2014

Estadio moral de un dictador

Ya no sé quién eres. Ya no sé quién soy. Ya ni siquiera sé si tú lo sabes. 
Hoy es sábado, no viernes, o quizás sea domingo, no puedo estar segura. El tiempo pasa, las horas se alejan y mi mente sigue anclada allí, en veinte segundos de mierda. Veinte segundos que me hicieron cambiar del saber al no saber. De la mente sobrecargada a la mente vacía.
 Vacía, vacía, vacía...
Vacía y ciega, presa y liberada al mismo tiempo. Me ordena, la escucho, la obedezco. La desobedezco, me da grima, me da rabia, me desespera. Cruel, castigadora, como la mente de un dictador. 
Débil, vacilante y turbia, como siempre ha sido. Con la sangre no más caliente, sino menos fría que el mundo ha visto.  
El tenía razón. No eres rentable.

                                                                                                         —Reven