viernes, 27 de marzo de 2020

Diálogos: #1


   Pareces cansada.
   He tenido días mejores.
   Y peores –puntualiza Galileo con el dedo índice en alto. ¿La respuesta de Dante? Como siempre: sus grandes ojos puestos en blanco.
   Galileo, tengo la sensación de que cada día que pasa te vuelves más y más cegato.
   Lo dices por el telescopio. Tranquila, la ironía de tus palabras solo consigue abrirme más los ojos.
Dante resopla significando claramente y sin tapujos su irritación. Y es que, a veces, la conversación con un maestro de la palabra y el número exacto podía resultar exasperante.
   ¿No te cansas de tener todo el día la cabeza en las estrellas?
   ¿Sabes? Podría decirte lo contrario y, sin embargo, realmente implicaría lo mismo.
Ella permanece callada a la espera de la siguiente genialidad: ¡qué le vamos a hacer! Tratar con genios tiene este tipo de contraindicaciones. Galileo, pese a la expectación de la muchacha enfurruñada y pese a ser muy consciente de ella, continúa mirando al cielo con su catalejo.
   ¿Qué? Vamos, suéltalo de una vez.
   Que por una vez, solo por una vez, podrías subir a La Tierra, levantar los ojos y echar un vistazo a algo que esté por encima de tu cabeza.
Se levanta con los brazos en jarras y, alzando el tono de voz, trata de pararle los pies. Ya ha hecho esto antes. Ya le había costado perdonarle otros comentarios hirientes. Parecía que le costaba entender. Le costaba entender demasiadas cosas.
   Estas consiguiendo enfadarme.
   ¿Te enfada que crea que eres una egocéntrica? ¿O quizá es miedo a descubrir que lo eres?
   Se acabó. No pienso seguirte el juego: esta vez no. Hasta mañana, genio.
Cuando ya parecía que había algo más dentro de esa mente enmarañada de cifras, volvía a tropezar con la soberbia. ¿O tal vez no? Dante comienza a caminar, dispuesta a , nunca más, mirar al cielo, solo por molestarle. Entonces escucha a Galileo tomar aire y exhalar profundamente.
   No creo que seas egocéntrica, ni estúpida, ni tantas otras cosas que crees que te considero.
Se detiene. Parece que intenta paliar los efectos adversos de sus sermones. Esos que se traducen en inseguridades para Dante.
   ¿Entonces?
   Solamente digo que debe ser agotador no saber nunca lo que se quiere.
Con ese jarro de agua fría no hay más remedio que retrogradar hasta su lado y pararse a contemplar.
   Es bonito, en realidad…
   Desde luego que lo es.

sábado, 21 de marzo de 2020

Séptimo día


Somos cadáveres andantes. A veces, expuestos
al sol.

Miro al cielo y no pienso, no imagino
porque en nada hay que pensar o imaginar.
Porque no queda nada que salvar;
o tal vez nunca lo haya habido.

Las horas se acumulan entre los números romanos
de un antiguo reloj de sol.
Las luces, las sombras las barren como virutas.
Estaba gravado en piedra que al final, siempre, todo
saldrá bien. Pero la realidad se ha cansado
de fingir y ahora habla sin tapujos.
La vida tiene razones y dice la verdad.

Somos lo que merecemos ser y, sin embargo,
aún maldecimos. Aún condenamos
que sea tan injusta.
La vida…
Créame: la vida tiene razón
en todos los casos”.

domingo, 1 de marzo de 2020

Galileo: Dante

Si tan solo tuviera algo sentido. Algo. La última rama que pisó en aquel bosque, rodeado de bestias y de maleza. Algo. Si la naturaleza ofreciera consuelo a la miseria de un último beso. 
Si de las llamas naciera algo, lo que fuera, tal vez una vuelta de tuerca mostraría una ruina menos cochambrosa. Pero no. El mundo baila y da vueltas. Se disuelve en un  tornado de cenizas. Dante estuvo aquí. Siento su calma en el ojo de la tormenta. Tan vacío, tan quieto. Sus ojos, tan negros... Dieron a luz un nuevo universo. 
Arden cerebro y corazón, y el caos se desata. Hablaban en el pánico de la quietud de los tiempos. Ella me mira y se detiene. Todo se detiene. Y, sin embargo, se mueve. 
Durante toda mi vida fui testigo de más y más caos, más y más miedo. Pero pasaría los restos, cuanto me quede, buscando belleza y armonía. Y no me habría equivocado.