miércoles, 24 de agosto de 2016

Cartas a Madrid

[De: Anónimo. Para aquella chica a la que nunca volverá a ver]

¿Qué hubiera sido de mí sin ti? 
No te conocía, ni siquiera sabía tu nombre, y tú tampoco el mío. Sin embargo cada mañana corría hasta la cafetería de la estación para esperarte, siempre a la misma hora. No faltabas ni un sólo día a tu cita con el café recién hecho y los bollos de crema. 
No te conocía de nada; pero cada día me sonreía cuando lamías el glaseado de la comisura de tus labios. Te miraba fortuitamente desde el otro lado de la barra, sin que tú te enteraras e imaginaba lo maravilloso que sería conocerte, olvidarme del mundo mirando tus ojos color ceniza, o disfrutar de la lluvia contigo a mi lado. 
No te conocía de nada; pero aquel día no dudé un sólo instante en correr tras de ti para devolverte aquel pañuelo que olvidaste. Ibas en dirección contraria a mi tren. Faltaría a aquella entrevista de trabajo, y aún así no me importó con tal de encontrarte. 
Sonreíste cuando te devolví el objeto perdido. Me presenté, y tú estabas dispuesta a hacer lo propio. Y de repente escuchamos la explosión. 
El resto de la historia sólo son nubarrones. 

lunes, 22 de agosto de 2016

Ya falta poco. Aquí estoy, a menos de un mes de mi nueva vida, y sólo veo nuevos retos a los que enfrentarme, nuevas experiencias, nuevas metas que alcanzar. 
La habitación está patas arriba: pinceles, trapos manchados con veinte mil colores, tubos de pintura al óleo... El fuerte olor a trementina es peligrosamente adictivo. Miro el reloj: el tiempo corre, y se agota. Concretamente se me está agotando a mí. Me queda tanto por hacer... Quiero coger la cámara y salir a capturar instantes, lugares abandonados, suspiros de rocas y árboles, y destellos de sol. 
Quiero hacer las maletas, comerme el mundo después de haber estado durante toda mi vida hambrienta. Quiero conocer, entregarme a aquello que me sostuvo en los momentos críticos. Quiero coger todos mis libros y que dejen de ser sueños. Quiero volver a escribir ficción y reflexión, porque la vida está para vivirla, y no quiero hacer de la mía una constante memoria. Quiero pensar en los ejes cartesianos, en límites e indeterminaciones, y tratar de darles forma de nuevo. Quiero hablar de razones e ideas, dominar el emotivismo y dejar los misticismos a un lado. Sólo para olvidar... Y empezar a crear. 
Hoy es 22 de agosto, y estoy deseando olvidar. 

lunes, 15 de agosto de 2016

Acuarelable

Hace años escribía a la libertad en otras tierras, bajo otros cielos, frente a otros mares. ¿Y hoy? Hoy el cielo ha llovido polvo. Hoy el suelo se ha hecho cenizas. Los ángeles juegan a los bolos haciendo crujir la noche en explosiones eléctricas, los corazones delatan suspiros y las pupilas se ahogan en absolutas verdades.
Hoy la luna se viste de luto porque la magia llega a su fin. Ya las noches de estrellas murieron. Ya no estás aquí. Ya no puedo pronunciar tu nombre, nunca más. Ya te quise, y te vas.
Y se pasa la vida entre causas perdidas.
Y tú, esta vez sí, te vas.
Y yo lloro destellos de acuarela sobre papel mojado. Y la tinta se diluye en mis labios. Se me escurren de entre los dedos las ilusiones.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Cartas a Andalucía

[Para Ana Blasco, de Manu Godoy]
Tenía el pelo color fuego: de un rojo tan intenso que aceleraba el calentamiento global. Mentiría si me atreviera a proclamar su jodida perfección absoluta.  No era perfecta; era humana. Tenía un nombre demasiado común, de esos que si voceas por la calle se gira más de una persona. No era la típica chica de novela, esa que lo hace todo bien y es capaz de acertar una aceituna a treinta metros de distancia con una flecha sin haber tocado un arco en su vida. 
Ella hacía las cosas mal y era consciente de ello: se peinaba con la raya al lado, dejando a la vista un remolino de pelo rebelde. Su ropa era demasiado holgada y acentuaba su pequeñez. Daba mil vueltas durmiendo, y roncaba cuando miraba al techo. Bailaba fatal: tan mal que sus amigas se apartaban de ella en la discoteca para que no las relacionaran con ella. Cantaba estupideces con voz de camionero cuando el whisky la vencía, y al día siguiente la resaca empañaba su mente, pero seguía recordándome. Era completamente imperfecta. Era maravillosa. 
Para la generalidad no llamaba la atención porque lo que la hacía verdaderamente especial no se veía a simple vista: era libre. Y siendo libre creaba libertad. 
El cielo le parecía demasiado grande, y ahora le queda pequeño. La esperaré, allá donde salga la luna. 
Tenía el pelo color infierno, y no me habría importado derretirme con sus llamas.