sábado, 25 de junio de 2016

Estoy cansada. Muy cansada. Lo paso todo por alto, y se ha convertido en algo crónico. Pero todo tiene un límite, y hasta la admiración más pura se resquebraja cuando el tiempo que lleva en el umbral de la rendición ya no se puede medir. Porque el ciclo ya ha tocado fin tantas veces como estaba escrito.

lunes, 13 de junio de 2016

Tu fantasma en la nuca

Deseos por años insatisfechos por avanzar y ahora... ¿Ahora qué? El reloj me desgarra a segundos. Escucho al tiempo en su paso constante y no puedo soportarlo, no quiero oír nada más. ¿Por qué...? ¿Por qué me hago la valiente y me finjo capaz de dudarlo? Porque a cada instante estás un paso más lejos. 
Uno, dos, tres... 
Te haces pequeño y tu recuerdo pesa. Pesa y además no quiero soltarlo. Cuerdo... Te recuerdo cuerdo en un vaivén de locura. Estabas tan cerca... Y ahora todo son vacíos existenciales que acongojan. Así es como me siento: vacía, porque aquellos ojos entrañables se cerraron cuando debían permanecer abiertos a la prudencia. ¿Qué importó entonces? ¿Qué importa ahora? Cada canción me silva tu nombre, tus manos, tu voz... Tu voz... Esa canción...
Cada verbo que te implica lleva consigo el arte: buscarte, pensarte, extrañarte, admirarte... Amarte. Los puntos suspensivos me juegan malas pasadas, y una vez que el juego empieza es imposible pararlo.
¿Y qué si existen más personas? ¿Y qué si no he de agarrarme al ideal? Los demás contribuyeron a revolver un poco más mi amasijo de entrañas, pero tú... Tú eres sangrante. Y noto tu fantasma acariciándome la nuca.

sábado, 11 de junio de 2016

Yo esperaré aquí

Dicen que todas las historias tienen un comienzo y un final. Dicen que es inevitable... Que esos son los fundamentos de la trama, que por mucho que queramos, se siguen. Hablan de sueños inconclusos, identifican la suerte con el azar, sin darse cuenta de que en realidad es sinónimo de circunstancias, y que puede ser mala, pero también buena. Es esa la que construimos nosotros mismos. ¿Tuve "suerte" anoche? ¿Tuve buena suerte? No. Anoche sólo recogí los resultados de todo cuanto he sembrado y cuidado durante estos años. 
Aquellas personas a las que ayer abrazaba al principio sólo eran extraños. A algunos me unió la casualidad, en cambio... 
Corazonadas. Lo llamaré corazonadas. 
Recuerdo la primera vez que la vi cruzar la puerta. Llevaba una camiseta de tirantes y unos pantalones bombachos. Tenía un aire tan familiar que incluso me parecía extraño. Se enfadaba a veces, y levantaba la voz con frecuencia. Pasé algún tiempo observándola. Pronto supe que teníamos algunas cosas en común, y de repente un día le hice conocer la primera de una larga lista e inquietudes de las que hasta ahora ha cuidado, y seguirá haciéndolo. Por siglos y siglos de historia contemporánea. 
También lo recuerdo a él, de mala hostia y brazos cruzados en el pasillo, junto a mi puerta. Es curioso pensar que todo empezó con un grito, una regañina bestial por estar fuera del aula. Lo detestaba, aunque ciertos augurios (también corazonadas) aventuraban un giro de ciento ochenta grados. Un cambio irreparable en el argumento. Y ¿qué se supone que debería detallar? De mis ojos brotan lágrimas sólo con imaginar lo mucho que me va a costar acostumbrarme a estar lejos de él. Aunque al menos tengo la certeza de que cuando regrese, ahí estará siempre... Con eso tengo suficiente. 
Stirb nicht vor mir.