jueves, 12 de junio de 2014

12 de junio (Otro jueves cualquiera)

A veces un gesto, una imagen, un simple suspiro, vale más que mil palabras. Otras la cuestión está en tranquilizarse. ¡Qué demonios! En aprender a dejar de temblar. 

La parte buena de todo es que lo malo siempre tiene un final, que siempre podemos encontrar la luz al final del túnel. Lo jodido del asunto llega cuando las cosas buenas culminan. Es espeluznante. Pero aún lo es más si lo que yo considero bueno para el resto de la humanidad es la peor carnicería que haya podido tener lugar en el mismísimo averno. Y aún lo es más si las virtudes que el mundo siempre encuentra en un deshilachado y mugriento mañana, para mí no son más que eso. Un deshilachado interlineado que un mal autor no supo sobrellevar. 

Me inclino por la agonía eterna del mundo, que resulta ser para mí el delirio supremo. La encarnación del ayer que hoy amenaza con alejarse hasta dentro de un tiempo tan leja que ni siquiera puede verse, que jamás transcurre. Que me deja congelada en la angustia bajo un bochornoso sol de verano.


PD.: Los cubitos de hielo invencibles me sostendrán hasta nuevo aviso.

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