sábado, 14 de diciembre de 2013

Área 77



Anoche estaba cansada, desde luego. Acababa de llegar de esa mágica ciudad llamada Madrid, después de un día de ensueño por sus calles.
Esa misma mañana había despertado eufórica por el día que me esperaba. Me levanté de la cama al primer pitido de mi alarma.  Monté al autobús ansiosa, no lo niego, después de todo la ocasión lo merecía.

Al poner el primer pie en Madrid no pude evitar pensar “Pasado mañana…”. Decidí parar ahí, no serviría de nada torturarme de esa forma en un día como ese. Descendimos desde la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hasta Sol, buscando cualquier entretenimiento hasta nuestro turno de visitarla. Todo recto, hablando con una voz bastante elevada y haciendo estupideces, a fin de cuentas nadie de allí nos conocía, y tampoco volveríamos a verlos. Todos felices, todos ajenos al revuelto de sensaciones que en mi interior habitaba. Inconscientemente lo buscaba con la mirada, me odié. Rápidamente me giré para buscar a Johnny y Hester: <<Ahí están>>. Encontrarlos me hizo sentir mejor. El río volvió a su cauce.
 Todos felices, todos caminando hacia delante con entusiasmo sin recordar siquiera el 
camino de vuelta. En cuestión de unos minutos nos encontramos metidos en una calle cercana a Sol de la que nadie sabía regresar. Cómo no, todos absortos y maravillados por la magia de Madrid. En cuanto a mí, que me había preocupado de mantener la sangre fría por prudencia, por no recordar, había ido fijándome en carteles, escaparates, adornos… <<Seguidme>>les dije, y unos minutos después volvimos a estar en las puertas de la Real Academia.

Entramos con la mochila por delante. Subimos y bajamos escaleras, cruzamos de unas salas a otras, vimos cuadros y esculturas. Caminando me topé de frente con uno de mis cuadros favoritos de Napoleón <<Está aquí, señor Bonaparte…>>.

Salimos, directos a Callao. Allí volvimos a dividirnos: profesores por un lado, alumnos por otro. Comí con unos amigos. El fenómeno perdidos  se produjo de nuevo. Increíble, a pesar de mi pésima orientación les conduje de nuevo hasta el punto de encuentro.

Camino a El Prado. Sin quererlo volvimos a quedar divididos. Caminamos durante un largo rato, a paso más que ligero. Había perdido de vista a mis amigas desde hacía rato. Suerte que Johnny estaba cerca. Paso de cebra <<¡Cuidado!>>, semáforo cómplice y traicionero. Puerta equivocada, al menos habíamos encontrado a los demás. Descanso después de la caminata y el dolor de piernas. No me importaste, dolor.
Entré con Hester. Cuadros y esculturas que me llegaron al corazón de nuevo.  Velázquez, Goya, Rubens, Zurbarán… Por casualidad mis ojos se deslizaron hacia un rincón y me encontré con la mirada de Ludwig. <<No se puede hacer fotos>> dijo una guarda amargada <<Mierda…>> quise contestar. No podía llevarme esas imágenes conmigo.

Avalancha a la salida. Condensados los frescos recuerdos de aquel inigualable día me acomodé en mi asiento. Adiós, Madrid. Nunca olvidaré el viaje de vuelta. Descanso en el Área 77. Incluso allí hubo algo que lo hizo perfecto. Vuelta al autobús. Llegada al instituto, otra vez. <<Buenas noches…>>.

Nunca olvidaré el viaje de vuelta. 

                                                                                                         —Reven

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