Los olores son la perdición de
mis sentidos. A lo largo de mi vida (más en estos últimos años) he concebido la
idea del olor como un sentimiento puramente místico. Cuando capto un olor no lo
hago con mis fosas nasales. Siento el aroma y dejo que penetre en mi espíritu.
Hago que permanezca allí un periodo de tiempo variable, hasta que comprendo su
psicología y me fundo con él.
Por agradable o repugnante que
sea, siempre les dedico una parte
importante de mi tiempo. A cambio ellos me hacen experimentar sensaciones
incomparables con las del a veces vulgar sentido de la vista, y digo vulgar
porque pocos sabemos apreciar lo que vemos. Pocos sabemos sentirlo en vez de
verlo.
Me hacen revivir, recordar,
sentirme en mis amados lugares remotos e inexistentes para los demás. Colapso de sensaciones. Sumisa a él me dejo emborrachar por su esencia.
Con paso aún tambaleante, salgo
del despacho de Godoy y avanzo a través del pasillo. Me voy borracha de su olor
a pasado. a presente y a futuro.
—Reven
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