sábado, 12 de septiembre de 2015

Born to die

El metrónomo del estante dicta un compás callado. El tiempo pausado recicla su curso y dibuja en el pavimento de la calle miradas de soslayo y letras desordenadas, sin sentido alguno, mientras la lluvia seca succiona el agua de los charcos y echa los suspiros a un lado.
Los principios de los finales son lo más extraño que se puede experimentar. Lejos de lo que viene, pero mucho más de lo que se va. La inquietud presiona la tráquea; los alfileres que las mariposas tienen por patas formulan los nervios y se clavan en la parte baja del vientre;  y los ojos deshidratados se entornan precediendo el llanto. Como al estar decenas de metros por encima del suelo a punto de caer, aun sabiendo que abajo un colchón de agua aguarda para amortiguar la caída. El impulso de asomarse solo un poquito más a la ventana cuando se tiene ya medio cuerpo fuera. Temerario. Palpable y a la vez irreal.
A veces pienso en lo increíblemente rápido que pasa el tiempo, y como su curso erosiona lo que tenemos por real, y me siento infinitamente pequeña. Cuando era una niña escribía cuentos sobre la importancia de la amistad, que más tarde fueron seguidos de las desgarradas composiciones de mi adolescencia, todo para terminar ambientando historias en etapas difíciles. Siempre con la contradicción de las dos Alemanias y, en la cabeza, su muro de Berlín. Siempre a punto de desmembrarme por intentar alcanzar ambos extremos de la calle aunque a fin de cuentas uno de los dos termine ganando irremediablemente. Quizá sea eso precisamente lo que me impide divagar y me hace ser yo misma.
Ahora, teniendo las idea tan claras como en este momento me es posible, siento mi pasado, lo que hasta ahora he llamado mi vida, detenerse en mitad de la calzada. Y me tienta una y otra vez para que vuelva en su busca. Pero yo sé que no es posible regresar para después volver a partir y además pretender llevarme todo conmigo. No. Ya no. Tengo un pie en mi nueva vida, y nadie sabe cómo deseo afrontar todo cuanto en ella me espere.


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