Esta vez sí ha sido cansancio agotados, del que revienta el alma en vez del cuerpo. Ni una sola queja de dolor ha acudido a mis labios hoy. Sin embargo el otro día no estaba cansada. Tampoco tuve frío, a pesar del vaho emergente de mi boca. Hoy el sol más ardiente me congelaba la sangre en las venas y las lágrimas en los ojos.
Recorrer nuevamente todas esas calles me ha hecho pensar. Sin quererlo me he percatado de algo importante. Ahora sé lo que hace a Madrid mágica.
—Reven
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