Anoche estaba cansada, desde
luego. Acababa de llegar de esa mágica ciudad llamada Madrid, después de un día
de ensueño por sus calles.
Esa misma mañana había despertado
eufórica por el día que me esperaba. Me levanté de la cama al primer pitido de
mi alarma. Monté al autobús ansiosa, no
lo niego, después de todo la ocasión lo merecía.
Al poner el primer pie en Madrid
no pude evitar pensar “Pasado mañana…”. Decidí parar ahí, no serviría de nada
torturarme de esa forma en un día como ese. Descendimos desde la Real Academia
de Bellas Artes de San Fernando hasta Sol, buscando cualquier entretenimiento
hasta nuestro turno de visitarla. Todo recto, hablando con una voz bastante
elevada y haciendo estupideces, a fin de cuentas nadie de allí nos conocía, y
tampoco volveríamos a verlos. Todos felices, todos ajenos al revuelto de
sensaciones que en mi interior habitaba. Inconscientemente lo buscaba con la mirada,
me odié. Rápidamente me giré para buscar a Johnny y Hester: <<Ahí
están>>. Encontrarlos me hizo sentir mejor. El río volvió a su cauce.
Todos felices, todos caminando hacia delante
con entusiasmo sin recordar siquiera el
camino de vuelta. En cuestión de unos minutos
nos encontramos metidos en una calle cercana a Sol de la que nadie sabía
regresar. Cómo no, todos absortos y maravillados por la magia de Madrid. En cuanto
a mí, que me había preocupado de mantener la sangre fría por prudencia, por no
recordar, había ido fijándome en carteles, escaparates, adornos…
<<Seguidme>>les dije, y unos minutos después volvimos a estar en
las puertas de la Real Academia.
Entramos con la mochila por
delante. Subimos y bajamos escaleras, cruzamos de unas salas a otras, vimos
cuadros y esculturas. Caminando me topé de frente con uno de mis cuadros
favoritos de Napoleón <<Está aquí, señor Bonaparte…>>.
Salimos, directos a Callao. Allí
volvimos a dividirnos: profesores por un lado, alumnos por otro. Comí con unos
amigos. El fenómeno perdidos se produjo de nuevo. Increíble, a pesar de mi pésima orientación les conduje de nuevo hasta el punto de encuentro.
Camino a El Prado. Sin quererlo
volvimos a quedar divididos. Caminamos durante un largo rato, a paso más que
ligero. Había perdido de vista a mis amigas desde hacía rato. Suerte que Johnny
estaba cerca. Paso de cebra <<¡Cuidado!>>, semáforo cómplice y traicionero.
Puerta equivocada, al menos habíamos encontrado a los demás. Descanso después
de la caminata y el dolor de piernas. No me importaste, dolor.
Entré con Hester. Cuadros y
esculturas que me llegaron al corazón de nuevo. Velázquez, Goya, Rubens, Zurbarán… Por
casualidad mis ojos se deslizaron hacia un rincón y me encontré con la mirada
de Ludwig. <<No se puede hacer fotos>> dijo una guarda amargada
<<Mierda…>> quise contestar. No podía llevarme esas imágenes
conmigo.
Avalancha a la salida. Condensados los frescos recuerdos de aquel
inigualable día me acomodé en mi asiento. Adiós, Madrid. Nunca olvidaré el viaje de vuelta. Descanso en el Área 77. Incluso allí hubo
algo que lo hizo perfecto. Vuelta al autobús. Llegada al instituto, otra vez. <<Buenas
noches…>>.
Nunca olvidaré el viaje de
vuelta.
—Reven
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