A las puertas del cielo osé asomarme sin pensar en el abismo que había bajo mis pies. A pesar de mi mal equilibrio y la corta longitud de mis piernas, decidí arriesgarme y saltar. La pequeña plataforma que me sostenía quebró, era de cristal frágil.
Tras el salto y el grito ahogado en el vacío, llegue. No pude entrar, mis pies no tocaron su suelo de nubes. Únicamente logré agarrarme a los barrotes, suficiente para no caer.
Uno y otro balanceo, se me cansa el brazo. <<¡Agárrate! Aférrate a mi corazón, jamás te dejaré caer>>. Lo hice sin sospechar que un corazón roto quizá no sostuviera mi peso.
Y no lo hizo. Ahora me siento caer en el abismo de mis propios reproches. <<Te lo dije, Reven. No dirás que no te lo advertí>>. Condenada para siempre a caer, presa de mis propias promesas.
—Reven
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