viernes, 8 de noviembre de 2013

Donde las palabras no sirven

"—¡Ah! ¿Es que te acuerdas de mí...? —Me acuerdo de ti muchas veces." 

Yo te tuve como más de lo que eras. Te tuve como un amigo que compartía mis gustos, mis aficiones, mis pasiones... 
Cualquier otro asunto podía esperar cuando me encontraba con tu mirada. Cualquier asunto de vida o muerte se volvía algo completamente insignificante cuando escuchaba tu voz. Era feliz. Instante a instante fui más y más feliz. Sonreí cada mañana que te vi cruzar tres veces el mismo pasillo: dos en las que venías a la Sala Onírica y una en la que ibas a por las llaves (que siempre olvidabas). Hasta que sólo te vi alejarte una vez. Una sola travesía por el pasillo, y no volviste más. 
Te fuiste, te alejaste de mí y te llevaste la felicidad que me inspiraba tener alguien con quien hablar. Alguien que me entendía, me apoyaba... Alguien en quien confiaba.  
Pero también me dejaste algo: tus recuerdos. Y con ellos la inspiración, las ganas de seguir por el camino que debo (por mi camino) y la esperanza de volver a verte, a tenerte en frente de nuevo. 
Una vez me dije a mí misma que nuestros caminos no podían separarse de por vida, y no me mentía. Algún día volverán a cruzarse. Ese día podré decir que soy feliz de nuevo. 

Aquí, donde las palabras no sirven, hablo. Hablo quizá por miedo a que me consuma el silencio. Hablo sin que tú puedas oírme, queriendo esconder lo obvio. Si hubiese sido valiente no te hubiese escondido nada. Pero ahora es tarde. Hoy no puedo decirte las mil cosas que grito a tus espaldas (las cosas que ayer no me atreví a decirte mirándote a los ojos). 
                                                                                                                
                                                                                                              —Reven

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