domingo, 28 de diciembre de 2014

Irascible

Despierto a mitad de la noche en una cama que no es la mía. Me duele todo el cuerpo y un sabor metálico invade mi boca. Pero ya he dormido otras veces fuera de casa, infinitas veces menos cansada.
El frío y el calor de Cuenca son raros, quizá por estar situada en la serranía y por haberme tocado caer en la Mancha: todo extremos y sequedad, cual desierto. El nórdico me proporciona un calor que no sé de donde viene, pues su ligereza causa una sensación térmica ajena y fantasmal, casi desagradable.
Detrás de la sensación superficial percibo una idea que hasta ahora no había imaginado. Estoy en la misma ciudad que Dee Dee. Entonces lo recuerdo con cariño y nostalgia durante largo rato, como bien se merece. Pienso una y otra vez todas las palabras de afecto que llevan su nombre, todas las que me atreví a dedicarle y las que le dedicaré,  aunque tal vez no por escrito.
No he olvidado su voz, sus gestos, su risa, sus muletillas: esos "insistos" que anunciaban las preguntas del examen... No he olvidado nada y no creo que fuese capaz de hacerlo. No quiero hacerlo.
Lejos de pretender dejarlo atrás definitivamente, considero que mis preocupaciones han tomado un rumbo demasiado distinto, que dentro de mi cabeza no hay tanto espacio para el análisis de todas y cada una de mis sensaciones como había antes; de la admiración de una alumna hacia la su profesor.  Solo de esa forma lograré quizás volverme prudente (o técnica) de una vez por todas. Resulta irritante no encajar en ninguno de los polos; quedarse en medio de la clasificación categórica sin pertenecer a ningùn lugar.
Sin embargo puede que sea justamente eso lo que necesito: una válvula de escape que me aparte de este mundo calculado que me rodea. Puede que sean mis sentimientos lo único mío que me queda, después de tanta erosión causada por el tiempo. De nuevo una visión contradictoria. Pero esa es mi realidad: no hay sitio para la calma y lo estable.

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