jueves, 19 de junio de 2014

Jueves, 19 de junio

En un nuevo día soleado de fin de primavera despierto de manera puramente intuitiva a las nueve y veinte de la mañana. Anoche me acosté tarde viendo una película, Hindenburg, o más bien lo intenté, porque me pasé la mitad dormitando y dando cabezadas. No por aburrimiento, lo juro, simplemente se debía a las horas de sueño que durante el resto de la semana vengo echando en falta. Sea como sea, el caso es que he conseguido ponerme en pie. La ocasión lo merecía. 

Como digo un fuerte motivo me obligaba a arrancar las sábanas de mi piel, con la que parece fundirse cada mañana en la que la debida asistencia al instituto no la motiva a ser deslizante. Esta mañana, allá en la capital, tenía lugar la proclamación del Borbón heredero del trono, el nuevo rey: Felipe VI. Qué decir tiene, como amante de la Historia estos acontecimientos me pierden. 

Desfile militar, saludos, juramento, proclamación, discurso. Llegada al Palacio Real. De alguna forma ese mundo me une con un pasado que cada vez se aleja más, y ya no hay retorno posible. Solo puedo regresar cuando observo maravillada los cuadros de reyes y reinas, y la corona. Ajena a toda opinión política. 

Felipe sale al balcón seguido por Letizia, que camina unos pasos por detrás, y sus hijas. <<Pero en seguida lo alcanza y vuelve a abrazar a su rey>>. Lloro y a la vez sonrío, como cuando era niña.

Sin embargo en aquel entonces aún estaba incompleta, a pesar de no poder sentir todavía la pesadez del vacío. Eso, por suerte o por desgracia, no llegó hasta bastantes años después, cuando ya había confiado en todo. Cuando todo me había dado la espalda. 

Sentía que me faltaba algo, pero nunca supe de qué se trataba. Hasta que tuve sed. Entonces comencé a leer y ya no pude parar.

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