sábado, 22 de marzo de 2014

Primavera

Días fríos y lluviosos curtieron mis labios y matizaron la palidez de mis rasgos. El aire se colaba por mi nariz y me acuchillaba los pulmones. Y me encantaba. 

Ahora el frío del invierno se va. Me deja sola en medio de la abrumadora primavera. Esa encagada de darle a mi cuerpo un año más. Aquella que tuvo a bien darle a mis débiles ojos su primera imagen bañada por el sol: un suelo lleno de flores silvestres. 

Mi cara pronto empezará a tostarse. Y yo maldeciré al astro culpable. Al culpable de la mutación de mi fenotipo, y la escasez de frescura dentro de mí. El que me hace arder por dentro. El que hace mi sangre hervir. 

El suave viento que sucede a la leve lluvia conduce mi mano. Y mi mano porta el lápiz. Y el lápiz traza el susurro éste al oído de las nubes. Y las flores, y las hojas, y la vida. 

Escucho Las Cuatro Estaciones. Oigo a las oscuras golondrinas piar y revolotear contra los cristales de mi ventana (que no existe). Echo de menos las punzadas del aire helado. Echo de menos el frío de octubre, noviembre, diciembre... Pero abrazo a mi antiguo aliado. A mis adorados marzo, abril y mayo. Esperando temerosa al inevitable junio, el terrible julio y el lejano agosto. Pero algún día septiembre volverá a despertar.

Entre tanto dibujo mi oda gráfica a la primavera. A nuestra primavera. Y me siento feliz por ser capaz de trazar sin sentir daño, sonriente. Dejando atrás al traidor eterno. Y de mis manos pasará a las del culpable de que yo siga aquí. A quien me enseñó a sobrevivir. A quien me hizo recobrar la sonrisa. 

                                                                                                         —Reven

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