jueves, 27 de marzo de 2014

Algún día lejano del infinito

En las eternidades remotas de las interminables tardes de domingo mi tiempo se consume lenta y cruelmente. Y nada parece animarme. Ni hace que me sienta mejor. O no lo haría, de no ser por ti. 

En mi rostro triste nace una sonrisa cuando escucho gruñir la puerta y te veo aparecer de la mano del ángel rubio que siempre me tuvo enamorada. Porque tanto tú como Sophie me hacéis más feliz. Y ambas, a la par que pasa el tiempo, me vais enseñando mil cosas tan importantes como respirar. 

Tú me apoyaste hasta en el plan más loco que a mi mente peculiar se le ocurrió idear. Me apoyaste aún después de que yo confiara en el infierno. Aún habiéndolo conocido. Pero jamás me replicaste cuando la tormenta estalló. Al contrario. Me enseñaste a seguir y a quedarme con el lado bueno. 

Sophie me enseña a crecer. A madurar mientras vuelvo a jugar como una niña. Y me devuelve las ganas de creer en la magia.

Cada año te escribo mensajes dulces y cariñosos desde el mismo banco del pasillo de la planta baja del instituto. Cada año con el mismo amor. Cada año más orgullosa de poder hacerlo.  Pero esta vez decido romper los esquemas de la tradición, pues dices ser mi mayor admiradora, siendo yo tu escritora favorita. Y no sabes que en realidad soy yo quien te venera a ti. Quien siempre te observó maravillada y deseosa de ser como tú. Y que gracias a ti hoy soy como soy. Solo espero poder llegar a compensarte.

Algún día lejano del infinito. Quizá entonces lo consiga. 

Felicidades, Nené. 

                                                                                                            —Reven
 

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