lunes, 3 de marzo de 2014

A mi gran amor. (Siempre encontrado y jamás perdido)


Hace tiempo, mucho tiempo que el amor más real que he sentido llegó a mis aurículas. Impaciente, deseosa de inundarme, su caricia agridulce, su voz dormida y despierta fue impulsada por mis ventrículos a mis arterias. Y desde entonces no deja de fluir, de recorrer mis entrañas y mi cuerpo de arriba abajo, regresando siempre a su punto de origen. Desde hace mucho tiempo. No me da miedo. La lectura me tiene enamorada. 

El llanto nubla mis pupilas al pasar los ojos sobre las páginas de un libro. Los autores llegan hasta mi alma con sus historias latentes y escritas, con sus palabras, con su dulzura. Con su amargura. Siento su dolor y su calma, como tantas otras personas. Como yo, nadie se libra de su influencia. Y como yo, nadie le reprocha nada.

Recomiendo a todos aquellos lectores insaciables que intenten captar el sentido crítico. Que no se limiten a leer lo que está escrito. A veces leer entre líneas es muy, muy importante. A veces la historia se construye entre espacios en blanco. A veces un no decir nada lo dice todo. A veces es una simple intención oculta aquello que nos delata.  

                                                                                                                             —Reven

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