lunes, 6 de enero de 2014

Utopía del silencio absoluto

De noche, a la sombra de aquella iglesia del siglo XVII que las lejanas farolas alumbraban. 

Me hallaba al pie de sus muros, en compañía de Lili, mi hermano y unas cuantas personas más. No cesaba su empeño en tratar temas macabros, lóbregos, tenebrosos... Yo fingía escuchar, asentía con la cabeza y callaba. Mi mente andaba absorta y envuelta por la magia consecuente de la Noche de Reyes. Imploraba al cielo que esos tres maravillosos hombres trajeran un cambio. No un cambio cualquiera, sino uno admirable, digno del recuerdo eterno, que me privara de mi ansiedad latente. 

De repente cesa el aire, los lejanos canes callan su aullido remoto. Los coches se detienen. Ningún ave perturba aquel silencio rotundo. Nadie osa estropear mi regalo. 

Recuerdo aquellas palabras que una profesora de música me dijo cuando era pequeña: <<Solo si viajas al espacio podrás escuchar el silencio absoluto>>. La excepción confirma la regla.

Abro los ojos, luego los cierro. Ni siquiera puedo oír la respiración de mi hermano, sobre el que estoy sentada. Nadie respira, nadie pestañea. Los Reyes Magos han congelado el mundo para mí. 

Aprender a escuchar los susurros del silencio y volverse magia junto a ellos. 
Ahora puedo oír los latidos del mundo. Ahora tengo su corazón a escasos centímetros de mí.

                                                                                                          —Reven

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