domingo, 26 de enero de 2014

Los caprichos del crepúsculo

La sensación de manos temblorosas. Cualquier ser humano normal calificaría el placer que me produce como una afección grave. Deseo y temor se funden en mis sentidos, porque me lleva al escalofrío. 

Paseo por las calles después de una tarde lluviosa. El grisáceo del cielo finalmente cede a los caprichos del crepúsculo y se torna negro, cuales pupilas profundas. Piso charcos de lágrimas de ángeles que quizá en su día me comprendieron. Ahora siento lástima de la tristeza de todas esas almas puras que se vieron forzadas a crecer. 

Cierro los ojos, me apoyo en la pared de la cueva. Siento recolsos del frío de ayer por la tarde entre las ráfagas de este nuevo, ambos se asemejan. Me vibra el móvil y yo lo ignoro. No quiero saber nada del exterior. Respiro hondo y echo la cabeza a un lado. Johnny viene hacia mí y me pide perdón por no traerme lo acordado. No te disculpes Johnny, no merezco que me pidas perdón. 

Manos temblorosas. El escalofrío viene a mí y me abraza. Te vas y me dejas sumida en la densa atmósfera de la incertidumbre. 

Abro los ojos: veo las columnas del Prado. 

                                                                                                              —Reven

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