En cambio la tormenta que hiere, que asusta, que desespera... La que hace delirar. Esa tormenta es la que resquebraja mi alma y me cala los huesos terminando con mi capacidad de controlar mis sentidos. Ya no puedo controlarlos.
El olfato colapsa con la vista y se tuercen sus caminos, se entrelazan. Por eso me parece verte en todas partes. Por eso tu olor me acompaña aunque por ventura tú estés a decenas de kilómetros de mí.
Mi alma irascible colisiona con la poca razón que mi mente pueda aún albergar. El escalofrío me trae incluso recuerdos del matiz. El colapso vuelve y se crean mis desdenes, mis delirios mentales.
El desdén precede a la calma, y es entonces cuando pongo el provisional e hipócrita punto y final, la pausa de bolsillo. Entonces pienso, no releo. Entonces vuelvo a ser consciente. Tiempo después vuelvo sobre mis palabras. Ahora lo veo. Eres el protagonista de miles de mis delirios.
—Reven
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