jueves, 31 de diciembre de 2015

Hoy puede ser un gran día

<<Hoy puede ser un gran día>>, <<Hoy todavía pueden pasar muchas cosas>>. Reafirmo lo primero, pero desmiento lo segundo. Y es que, ahora sí, el año descuenta temeroso sus últimas horas. Este año intenso, cubierto de una neblina de recuerdos que refresca los campos secos. Secos, porque la lluvia la hemos absorbido unos cuantos en nuestros escritos, allá por el mes de abril, y ahora no queda nada de aquello. 
Quizá deba explicar el por qué de esta reflexión: lo cierto es que la tendencia histórica de mi interés por el campo era a la izquierda del eje de ordenadas. Sin embargo ahora que soy yo la que descuenta días para observarlo, después de casi dieciocho años rodeada de la inmensidad del campo abierto, de sus parcelas literales, es mi momento de empezar a apreciarlos. Estúpido corazón castellano, hipócrita y contradictorio...
Si me pidieran una valoración general del 2015 diría, como todos los años, que fue turbulento. Y así es: un año lleno de dudas, encuentros y reencuentros: un año para aprender. Para aprender que se puede querer y odiar por partes iguales, sin sentirse mal, porque del odio también se extraen experiencias, y toda experiencia sirve para enmendar errores. 
En cualquier caso no hay lugar para las quejas, pues de los cuatro propósitos he logrado cumplir tres (el de adelgazar lo doy por imposible, y más en estas fechas), y aparte otro gran logro que no esperaba: superar mi miedo a los perros, gracias a (o por culpa de) Bigui. 
      1. Aprender inglés. El 17 de octubre me examiné del PET, y un mes después me anunciaron que había aprobado, con mención, un 87% de aciertos. Y por ello tengo que dar las gracias a mi maestro, que no profesor, porque además de incrementar mi nivel, mi soltura y mi vocabulario, en gran parte me amaestró en el arte de la vida. Me hiciste más tolerante, Jaime, y aquí está la referencia que te prometí, aunque un poco tardía, sí, y por eso te pido perdón. 
        2. Conocernos. Y nada más que añadir. 
      3. Ser feliz. A pesar de muchas cosas, lo he conseguido. Sé que se puede renacer, quizá de absolutamente todo, incluyendo la muerte. Porque hay muchas formas de morir, y la peor no es la que te lleva bajo tierra. 

Me parece innecesario repetir por enésima ve las palabras que ya he compartido en privado con los más allegados. Pero de todos los nombres que han llenado mis últimos 365 días, hay uno que destaca, que sobresale, que no puede quedarse sin mencionar, y con él termino este insustancial escrito. Cristina. 
Feliz fin de año, y que prospere el siguiente. 


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