Había sangre en el suelo, en las esquinas, en las paredes. Las verjas tiemblan de calor y vida, y en los cristales se reflejan girasoles acurrucados y somnolientos.
Cuatro palomas cruzan el cielo de las doce en punto y a lo lejos se escucha a un árbol cantar. Se cierran las puertas de las casas modernamente refrigeradas, y los rayos del sol retumban en los tejados de las casas antiguas.
El mundo gira y ya no existen más balcones flotantes. Sobre la tierra se evaporan los sauces y en mi cabeza se arremolinan los pensamientos paganos. Y nada deja de girar.
martes, 11 de agosto de 2015
La refranera
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