sábado, 29 de agosto de 2015

El grupo de Marco

Llego tarde. Es lo único en lo que puedo pensar. Las calles están desiertas, hace frío, se escucha el viento como principal armonía y de fondo, como acompañamiento, el compás del rock de los ochenta retumbando en las esquinas.
Al llegar a la Plaza Mayor un par de crias me miran con mal gesto. A ninguna les atrae la idea de entrar al concierto por la simple razón de que allí no llamarían la atención debido al volúmen de la música.
Desde la puerta de entrada se ve el pelo rubio del bajista moverse con la rabia propia del ritmo. Detrás del teclado hay una mata de pelo moreno ondulada, encrespada, enmarañada... Como el suyo. El miedo me puede y dudo dos veces si entrar.  Pero me armo de valor, y el espejismo se desvanece. Ya puedo disfrutar de la noche, de la música, el frío y Alice Cooper. Otra vez. Aunque todo este mundo sigue recordándomelo.

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