viernes, 14 de noviembre de 2014

Sin palabras

Hay veces en las que a nosotros mismos no nos parecemos nada y, sin embargo, determinadas circunstancias nos demuestran que cuando se desengancha un eslabón de la cadena, toda la realidad se desestructura. Hoy muchas vidas han cambiado y muchas otras se han visto afectadas por los daños secundarios. 
Es muy duro darse cuenta de lo cruel que es el mundo y percatarse de nuestra dependencia emocional en la que este incide de manera directa, incidiendo, perforando sin vacilar. Pero a veces lo real se vuelve difuso, y nada parece ser lo que es. No podemos asimilar la verdad dogmática que se nos ofrece, simplemente porque no queremos hacerlo. Porque, mientras no lo hagamos, la pesadilla no se hará realidad, y me lo confirmó definitivamente Elena Galán al decirme que no podía creer lo que está ocurriendo. 
¿Moraleja? No sé si esta historia contiene una enseñanza moral. El único imperativo útil que descubro es que cuidemos lo que tenemos y lo disfrutemos día a día, pues nunca se puede estar seguro de cuándo un camino está llegando a su final. 

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