jueves, 23 de octubre de 2014

Sobre Platón y sus dos mundos

Hace tiempo me preguntaba si eso de <<amor platónico>> hacía referencia alguna a Platón. El filosofo desgajaba la realidad en dos mundos: el mundo de las ideas y el mundo sensible. En el primero reside la verdad auténtica, la inmutable, el sentido de todo. Mundo que, por desgracia, nos está vetado y, con ello, viviremos eternamente separados de la sabiduría suprema. Es cruel y muy triste ver como el sueño de los liberados les fue arrancado incluso antes de existir. 
El mundo sensible, en cambio, es el que habitamos. Su nombre proviene de la captura de sensaciones que los órganos del hombre son capaces de llevar a cabo, siempre utilizando sus recursos —que, aunque escasos, bien aprovechados son más que suficiente— al máximo. Sin embargo, no parece albergar ningún atisbo de realidad. Es decir, lo que vemos no es lo que hay, sino lo que creemos ver: sombras proyectadas de la auténtica verdad. Esa musa que sin piedad dibuja su silueta sobre una pared y nos invita a perseguirla, pero nunca está donde vimos la solidez de sus caricias. 
Aristóteles, no obstante, reniega de todo esto. Al parecer la realidad ya es lo suficientemete complicada como para seguir hurgando y pretender atar los miles de cabos sueltos. Por lo que a mí respecta, solo sé que lo que parece ser, no es lo que parece, y que verdad y realidad no siempre caminan de la mano. 
En cuanto al tiempo... ¿qué se puede decir del tiempo? Que me separa de aquellos que fueron hechos de mi misma pasta. Hoy los estudio, los hago revivir con el recuerdo, que parece ser lo único capaz de conectarnos nuevamente, como alguien me enseñó. No obstante está claro que ese alguien jamás reconocería su mérito, porque es así. Aunque también es cierto que nunca se lo he confesado abiertamente. Pero la persona en cuestión, es muy inteligente, y sé que sabrá darse por aludida. O eso espero. 
A todo esto venía diciendo algo que ya no recuerdo. Regresará a mi mente, espero. Y si no, permanecerá para siempre en el unido de las ideas, pues ya jamás podré tener acceso a ello.
 
Y ahora, ante el sentimiento inevitable, me deshago en recuerdos.

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