martes, 16 de septiembre de 2014

Recíproco

Han transcurrido cinco horas desde que nos hallábamos en el patio delantero, expuestos a la intemperie. O quizá no, pero qué más da. A veces es el propio autor quien ignora las circunstancias en las que está inmerso, el tiempo y el lugar en los cuales ese encuentra redactando, relatando, narrando, escribiendo, pensando, formulando y retratando. Eso mayoritariamente ocurre porque el proceso se torna reversible. Puesto a que las palabras no son creadas por quien las usa, son ellas las que invaden la mente y el espíritu del pensador que trata de invocarlas. Pero el muy estúpido no sabe que realmente lo están poseyendo. Se están adueñando de su ser, y él se lo permite con descaro. Como la boca ardiente que reclama el impacto definitivo con el hielo del amor.

 Para Lalu, que se sienta detrás de mí, Gema, que en clase de Historia ocupa el sitio de María, a mi derecha, Irene, una mesa más allá, o cualquiera de las personas que ocupan la "nueva" aula (y digo "nueva" porque ya estuve allí, en 2º de la ESO. Recuerdo aquel pasado primer día en el que Macarena nos recibió allí, con una de sus habituales sonrisas. Todo so pasó, pero al mirar atrás parece que ambos sucesos son simultáneos) esta debe ser una hora más dentro de una mañana tremendamente ordinaria. Para mí es totalmente diferente. Este no es un día normal.
Almudena acaba de devolverme el libro que le resté hace unos meses, cuando aquel cuarto no había acabado. Tras dejar sus cosas sobre la mesa, nos muestra la prueba cuya existencia llevo intuyendo semanas: la temida Evaluación Inicial. 
Quizá el tiempo escasea. Tal vez la Geografía no termine de definirse por mi bando. No obstante la Historia sigue estando de mi parte. 
Define conceptos y personajes. Guerra Fría. Crack del 29. Marxismo. Napoleón...
Napoleón me transporta a otro tiempo, a otro lugar. Como todo lo que me rodeaba estando allí, dos tiros de escalera por encima del espacio que ocupamos hoy. 
La nostalgia y aquel frío hicieron un buen trabajo conmigo. Nada me impedirá recordar los instantes vividos en la cueva: la felicidad y la tristeza, los reencuentros y las despedidas, los pensamientos y que condensé en el ambiente reflexivo, los largos y constructivos debates, la oscuridad y ese extraño rubor...  Godoy regresa junto a mí. 
Pero esto no es una cueva. Siento que será la última vez. Sé que es una despedida. Nos miramos y no hace falta nada más.  No hay nada más que la clase llena de mis compañeros enfrentados a sendas pruebas iniciales y Almudena. Y el rastro blanquecino del fantasma metafórico que guarda bajo llave los nuevos recuerdos: los de la cueva. Los de Reven y toda su historia.  Elena Galán no discreparía.

Hasta siempre.

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