domingo, 21 de septiembre de 2014

Mar de ayeres



A oír de nuevo por los pasillos el fantasma de unos pasos que se alejan, el sonido de una voz latente en tiempo y espacio que no deja de romper el impenetrable barullo, el reflejo leve del vivo color manzana, que de frío pasó a cálido y de realidad a recuerdo. Todo igual y, en cambio, todo ha cambiado. Ha cambiado para siempre.
Desde hoy caminaré, siempre con rumbo fijo. Mil veces querré caminar hasta perderme en el mar de ayeres, y así será. El viento se aviva, golpea los cristales y los hace temblar. En el cielo se observan oscuras nubes de tormenta que, pacientemente, aguardan su momento de precipitar en forma de lluvia, simulando lágrimas del cielo.
El otoño se acerca progresivamente mientras busco información sobre Murat. Almond sostiene que he cogido el Bachillerato con ganas, sin embargo sospecho que, más bien, el motivo de la dedicación se infiltra en el terreno personal. Pero de eso hace ya tiempo. El asunto quedó zanjado meses atrás, cuando, estando allá arriba, me debatía entre ciencias y letras. Entre luz y oscuridad, y finalmente vi lo que siempre había tenido delante. El ambiente de persianas bajadas me atraía, me incitaba a escribir. De hecho, en numerosas ocasiones fue el objetivo principal al que mis delirios enfocaban. Por eso me decidí por las carreras oscuras.  Por contigüidad, mi entrega fue plena. Como siempre lo ha sido.
El cambio de curso, la “nueva” clase, el retorno del viejo entorno ruidoso, la separación definitiva de la Biología y la Física y la Química… Las humanidades y las letras, en general, forman parte de este nuevo comienzo mío de raíces arcaicas, espíritu crítico, progresista y nostálgico. O quizá no. Tal vez sea yo quien realmente pertenece a este mundo, y no al revés.
O puede que el derecho de propiedad también sea recíproco. Yo soy suya en mi totalidad, y él es mío dentro de mi realidad individual. Así mismo, si alguna vez logro efectuar cualquier tipo de cambio positivo dentro de una realidad mucho más grande y general, será gracias a la absorción y la influencia que ejercemos constantemente el uno sobre el otro, bien sea para bien o para mal (porque igual que puedo redactar un escrito con alma, puedo hacer un destrozo, un desastre garrafal).

El adiós precipita de igual manera en el charco de mi persona, provocando bienes y males con la onda expansiva. Aunque claro está que los términos “bien” y “mal” son muy difusos, y que a veces la fina línea que los separa es casi imperceptible. Trazo fruto de un 2H, sin duda alguna.
En ocasiones un pequeño cambio puede suponer un mundo, sin embargo en otras todo surge de forma distinta. Una mutación con demasiadas repercusiones necesita de un ligero ajuste, no siempre intencionado o premeditado, para que nada abandone su orden natural. Lo que ayer parecía blanco, hoy se ha oscurecido. Y lo que antes pareció negro ahora es gris. Y vuelta a empezar…



Recuerdo que en el pasado era incapaz de escribir sin escuchar música, pues el tempo provocaba la fluidez determinada de cada escrito. Ahora soy capaz de acompasar mis pensamientos al ritmo del silencio. 

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