domingo, 2 de febrero de 2014

No dejes de llorar

El sol sigue brillando en lo alto del cielo. Los cimientos son los mismos, las baldosas no han variado. Los ladrillos se preguntan dónde estás. 
 
Por mi bien debo olvidarte, pero jamás olvidarme de ti. No me importaba vivir en una ilusión, pues cualquier fantasía era mejor que ser la presa fácil de una realidad que, hecha añicos, se desmoronaba. 

El frío sigue latiendo en mis entrañas. Su voz me despierta y me adormece. Todas sus palabras están grabadas en mi memoria. El momento de salir. 

Dejo atrás la Sala Onírica. Subo las escaleras y corro al despacho de Godoy. Estoy aquí. Respiro. Dee Dee sigue estando lejos de aquí. No obstante vuelvo a oírlo, vuelvo a sentirlo. Su recuerdo sigue cruzando el antiguo pasillo. Y mi mente sigue allí. Oculta entre las sombras, vuelvo a ver cómo se aleja con paso firme. Sin dudar. Siempre sin dudar. 

Palabras ambiguas y corazones confusos. Me escuecen los ojos, necesitaba liberarme de una vez. Otra vez. De pequeña me decían que llorar era de débiles. Ahora, a los escasos quince años casi consumidos, aprendo que para ser fuerte, primero debes ser libre. 

Me libero de los oscuros fantasmas que me atormentan, que me persiguen, que a veces pueden conmigo. Me siento pequeña y me acuerdo de Johnny. El fuego del valor renace en mi garganta y se propaga por mi cuerpo. El frío desolador desaparece. No dejes de llorar.

                                                                                                            
                                                                                                                                     —Reven

No hay comentarios:

Publicar un comentario